El sábado de la semana pasada un convoy del metro de Palma no podía continuar su ruta. Cinco jóvenes grafiteros, dispuestos a actuar, se interpusieron ante el primer vagón. El maquinista les hizo fotos para que luego fueran identificados. La Policía Local de Palma se movilizó de inmediato tras tener constancia de los hechos. Una patrulla se personó en la estación de la Universitat de les Illes Balears (UIB) sobre las once y cuarto de la mañana. Ante la inminente llegada de los agentes, los grafiteros decidieron huir a toda prisa. Los investigadores estuvieron buscándolos en un paso subterráneo cercano creyendo que estaban allí ocultos o que estaban pintando las paredes.
Suizo de incógnito
Un joven suizo salió de fiesta hace unos días por el Paseo Marítimo de Palma y acabó en la cárcel. El muchacho se vio implicado en una agresión y dejó malherido a su oponente. Tras un empujón, la víctima cayó hacia atrás y se golpeó la cabeza contra el suelo. Quedó inconsciente y sufrió una brecha por la que precisó ocho puntos de sutura. Un testigo que trató de mediar también resultó lesionado al ser golpeado en el rostro. El supuesto agresor alegó que había bebido y que creía que le habían robado 400 euros. El juez de guardia le puso una fianza de 5.000 euros para eludir la prisión. El joven trató de contactar con un amigo para que le ayudara a reunir el dinero. Una de sus principales preocupaciones era que sus padres, que viven en Suiza, no se enteraran del lío en el que se había metido. Al final, fue trasladado al centro penitenciario de Palma, de incógnito y vistiendo una elegante americana.
Un burro en la rotonda
La Policía Local de Palma intervino el pasado domingo en un caso curioso. Una llamada alertaba de que un burro se encontraba en la rotonda de Sant Jordi. El animal andaba suelto y existía peligro para los conductores que circulaban por la zona. Al parecer, se dirigía hacia sa Casa Blanca. El día anterior por la mañana, fue un caballo suelto que salió de una finca el que puso en alerta a los agentes en una carretera en los alrededores de las Costes d'en Xorrigo.
Tiros en Puntiró
Un vecino de Puntiró escuchó el pasado domingo por la mañana dos impactos que parecían dos tiros. Al asomarse al exterior, vio a un joven que merodeaba por la urbanización. Ante las sospechas de que algo grave hubiera ocurrido, el ciudadano llamó a la Policía Local de Palma. Los agentes acudieron al lugar tan rápido como pudieron y descubrieron, por fortuna, que se trataba de una falsa alarma. Los policías finalmente barajaron la posibilidad de que los disparos provinieran de cazadores que se encontraban en el monte, muy cerca de allí.
Huesos en el Toro
El pasado lunes aparecieron unos huesos en un solar en El Toro. La Guardia Civil se desplazó y se incautó de los restos, para posteriormente ser analizados. Entre ellos, había lo que parecía ser un fémur. Sin embargo, no se halló ningún cráneo. Los especialistas tenían que determinar si realmente eran huesos humanos y la antigüedad.
Trabajo a casa
El pasado miércoles un coche que circulaba por la zona de Son Malferit, en Palma, empezó a echar humo. El conductor se dirigió a toda prisa hacia el cercano parque de bomberos, aparcó sobre la acera y entró en el recinto gritando: "¡Que se me quema el coche!". Las dotaciones que estaban de servicio acudieron corriendo y apagaron el fuego del motor. Es lo que se llama que te traigan el trabajo a casa.
Amor por El Toro
Una mujer mayor inglesa a la que le quemaron sus dos apartamentos en El Toro el pasado noviembre de 2014 declaró esta semana en el juicio contra el supuesto autor de los hechos que todavía estaba muy afectada y en tratamiento psicológico por lo ocurrido. "Los daños fueron espantosos. Recuerdos familiares que se quemaron y que no puedo sustituirlos. Ya no soy la misma persona de antes. Mi marido falleció. Nosotros pasábamos muchos meses en Inglaterra, pero nuestro corazón estaba en El Toro", manifestó desconsolada la víctima.
Complicada traducción
En un juicio celebrado en la Audiencia fue necesaria la participación de un intérprete de letón para la declaración de una acusada. Pero la traductora no pudo asistir a la vista y el tribunal optó por contactar telefónicamente con ella y activar el manos libres. El aparato estaba en la otra punta de la sala, junto a la sospechosa, y la fiscal y los abogados tuvieron que moverse para que la intérprete pudiera escucharlos y hacer las preguntas. Un método que dejó patentes las carencias de la justicia y convirtió el juicio en un suplicio.
