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Calvià

El buzo que recuperó un anillo de diamantes

Una turista británica recurre a un veterano submarinista para encontrar la valiosa joya que perdió cuando se bañaba en Illetes

La turista que perdió el valioso anillo y el submarinista que lo encontró, en Illetes (Calvià). george edmunds

El día que haya que encontrar un aguja en un pajar llamen a George Edmunds. Este veterano submarinista de 75 años ha conseguido recuperar el anillo de diamantes que una turista británica perdió cuando se bañaba en la playa de Illetes, en Calvià. La joya tenía tanto valor económico, unos 10.000 euros, como sentimental, ya que acababa de heredarla de su abuela y había pasado por tres generaciones de su familia. Edmunds viajó a Mallorca expresamente para dar con ella y apenas necesitó una hora para, gracias a un detector de metales, localizarla en el fondo marino.

La afortunada protagonista de esta historia es Katie Patterson, una joven estudiante de Medicina de 24 años que este verano pasó unos días de vacaciones en la isla. La turista estaba dándose un baño en la playa de Illetes cuando descubrió, compungida, que había perdido el anillo. "Estaba fuera de mí y muchas personas me ayudaron a buscarlo en el mar", ha explicado la chica los medios de su país. Pero no hubo suerte y Patterson regresó a su país sin la joya. "Pensé que nunca volvería a verlo. Me sentía culpable, soy la cuarta generación de mi familia que lo tiene. Desde que tenía cinco años, siempre lo había admirado en el dedo de mi abuela, que me lo dejó en herencia cuando murió hace dos años", afirma.

Búsqueda desesperada

Pero además de la joya, su abuela le legó un lema: "Nunca abandones". Así que la joven empezó a contactar con "todos" los especialistas en detección de metales de Reino Unido. Así dio con George Edmunds, un profesional ya retirado que durante 30 años se dedicó a rastrear los fondos marinos para recuperar este tipo de objetos. Edmunds, de 75 años y afincado en Gales, le dio esperanzas de encontrarlo. "Su cara era un poema. Estaba abatida. Le dije que si había recuperado anillos infantiles de Mickey Mouse podía hacer lo mismo con el suyo", recuerda el submarinista.

La joven estudiante no tenía demasiado que ofrecerle, pero rompió la hucha donde guardaba unos 1.000 euros de las propinas obtenidas de su trabajo por horas como camarera. Con ellos, pagó el viaje para ella, Edmunds y su pareja a Mallorca con el objetivo de recuperar el valioso anillo. El buzo jubilado tenía claro, por su experiencia, que el tiempo era vital. Cada día que pasara la joya estaría más enterrada y sería más difícil de encontrar. Así que los tres volaron hasta Palma enseguida para dar con ella.

La joven luce el anillo de diamantes tras recuperarlo. GEORGE EDMUNDS

Edmunds apenas necesitó unas gafas y un tubo de buceo, un antiguo detector de metales y una hora. Mientras, la dueña de la alhaja esperaba, presa de los nervios, en la misma playa donde la había perdido. El buzo descubrió algo sospechoso a unos diez metros de la orilla. "Cuando detectas una señal, solo es cuestión de coger aire, sumergirte y empezar a escarbar", explica el submarinista, que recogió varios objetos en ese lugar y regresó a la arena para comprobar qué eran. "Cuando vació la bolsa -recuerda la joven- solo había monedas. De pronto, apareció mi anillo y me eché a llorar. No tenía palabras y le di un beso enorme".

Allí mismo empezó a correr el champán. La joven y el submarinista brindaron a pie de playa para celebrar el hallazgo de la joya. Edmunds ha renunciado a cobrar la tarifa habitual por este tipo de servicios -una comisión sobre el valor del objeto recuperado- porque había obtenido ya "una semana de vacaciones gratis en Mallorca".

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