La Audiencia de Palma ha condenado a diez años y un día de prisión a J.B.F., un joven monitor del colegio Aula Balear de la ciudad, por abusos sexuales a dos alumnas de tres años cuando estas dormían la siesta bajo su cuidado en una sala del centro educativo en el curso 2010- 2011. El tribunal de la sección segunda también ha inhabilitado al acusado, español de 31 años, para el ejercicio de cualquier profesión relacionada con el cuidado o educación de niños durante una década. Además, le prohíbe aproximarse a la escuela donde ocurrieron los hechos y a las víctimas, así como comunicarse con ellas, por un periodo de cinco años. En materia de responsabilidad civil, la sala le impone sendas indemnizaciones de 2.000 euros por los daños morales causados a las perjudicadas.

La sección segunda también condena al colegio Aula Balear de Palma como responsable civil subsidiario en este caso y critica con dureza su "pasividad" ante las sospechas de abusos sexuales por parte del imputado, que era el hijo de la directora de la escuela en esas fechas. "Ninguna duda le cabe a la sala de la responsabilidad de Aula Balear, baste advertir las innumerables ocasiones", relatadas por una monitora, en la que esta se dirigió al coordinador de infantil, haciéndole partícipe de sus sospechas. "Sospechas que si bien en el año 2008 manifestaba con reservas, se sucedieron en el tiempo hasta el año 2011 y durante ese tiempo nada hizo el centro", excepto unas "supervisiones" en fechas inmediatamente anteriores a la interposición de la primera denuncia y durante "solo una o dos semanas", en las que a la hora de la siesta entraba, aleatoriamente, un profesor durante escaso periodo de tiempo a observar en la sala, según detalla la sentencia, que no es firme. Así, el propio coordinador de infantil, que desde un principio restó importancia a las insistentes visitas de la monitora, reconoció que nunca habló de estos hechos con la directora del centro por ser esta la madre del acusado.

La Audiencia también destaca la pasividad del colegio cuando el padre de una víctima acudió al centro, un día después de que su hija le relatara lo ocurrido, y allí se sorprendieron y mostraron su extrañeza. La monitora que desveló los hechos indicó que le dijeron que podían poner cámaras pero nunca lo hicieron y apuntó que sufrió presiones e incluso fue advertida de que se anduviera con cuidado con lo que contaba. El policía nacional instructor del atestado manifestó que en el colegio no creyeron a esta trabajadora y que el centro no tomó ninguna medida hasta abril de 2011, cuando los padres de una alumna comunicaron lo ocurrido.

La sala concluye que el acusado es autor de dos delitos de abusos sexuales, uno continuado, al tener muy en cuenta la declaración de una monitora, que se convirtió en testimonio directo y prueba clave, una circunstancia poco frecuente en este tipo de casos en los que el autor busca la clandestinidad para no ser descubierto. Además, la versión de la trabajadora cuenta con múltiples corroborantes que avalan su testimonio.

Ánimo libidinoso

Así, las magistradas han concluido que el sospechoso, al menos durante el curso escolar 2010- 2011, sometió a tocamientos en su zona vaginal en "muchas ocasiones" a una alumna de tres años, aprovechando la penumbra que ofrecía la sala destinada a que los niños de tres años durmieran la siesta y en la que el joven actuaba como monitor. El tribunal también detalla que "resulta evidente" el ánimo libidinoso del imputado, ya que, tras estar acostado con la menor, se levantaba con el pantalón desabrochado y en al menos una ocasión una compañera le vio con una erección.

Respecto a la otra víctima, otra alumna de tres años, la Audiencia admite que no cuenta con los numerosos indicios y el testimonio directo de la primera, pero aun así sigue existiendo prueba de cargo. En ambos casos, la sala no ha valorado la exploración judicial de las dos niñas en el juzgado de instrucción por "su malísima audición". Pese a ello, existe prueba suficiente para condenar al joven como por ejemplo el testimonio del padre de una menor o la versión de los técnicos del Consell. Así, la segunda víctima también fue objeto de abusos sexuales por parte de J.B.F. en una ocasión, ya que faltan corroborantes para considerar que los hechos se produjeron más de una vez.

Según se declara probado en la sentencia, el imputado, de 31 años y que estuvo en prisión provisional casi un mes entre abril y mayo de 2011, en fechas no concretadas pero durante el curso escolar 2010- 2011 se acostó en varias ocasiones al lado de una menor de tres años y la tapó con una manta o con su propia bata de trabajo y le realizó tocamientos en sus zonas genitales en la 'Sala de Dormilones' de la escuela Aula Balear, donde los alumnos de tres años hacían la siesta después de comer y donde el acusado trabajaba como monitor. En una ocasión, el joven llegó a bajar las mallas y las braguitas a la niña para abusar de ella.

De igual manera, aprovechando idéntica situación y en esa misma época, al menos una vez procedió también a realizar tocamientos en la zona vaginal a una segunda menor, de tres años. El acusado negó los hechos, pero incurrió en contradicciones.