Sobre las seis de la mañana del pasado domingo, apenas cuatro horas antes de ser asesinada, Lucía Patrascu acudió a pedir ayuda al cuartel de la Guardia Civil del Port de Pollença. Poco después se marchó de allí, sin llegar a interponer siquiera una denuncia. Pasadas las diez de la mañana recibía cinco puñaladas, todas ellas mortales, de manos de su exmarido, en el balcón de su casa y ante numerosos testigos que se congregaron en la calle al escuchar sus gritos de auxilio. La Guardia Civil ha abierto una investigación interna para determinar por qué no se aplicó el protocolo habitual en casos de malos tratos, que suele conllevar el arresto inmediato del denunciado. La Benemérita tiene la intención de actuar con la máxima contundencia en el caso de que se compruebe que hubo alguna negligencia, y los guardias que atendieron a la víctima aquella mañana ya han empezado a prestar declaración ante sus propios compañeros.

Eran aproximadamente las seis de la mañana del pasado domingo cuando Lucía Patrascu, ciudadana rumana de 47 años, se presentó en el cuartel de la Guardia Civil, en la plaza Joan Cerdà del Port de Pollença.

La mujer fue atendida por los agentes que habían estado de guardia esa noche. Por ahora se desconoce qué les expuso, pero se marchó de allí sin llegar a interponer ninguna denuncia formal contra su exmarido y sin que por parte de los guardias se tomara ninguna medida de protección o se decidiera proceder al arresto de su exmarido.

Unas cuatro horas más tarde, pasadas las diez de la mañana, su exmarido, Ioan Ciotau, también rumano de 58 años, se presentó en el domicilio familiar, en la calle Verge del Carme. La mujer le había exigido que se fuera de casa unos días antes, y al parecer habían quedado para que se llevara algunas de sus pertenencias. En una de las habitaciones dormía el hijo de la pareja, de unos 25 años.

Se desconoce qué ocurrió entonces en el interior del domicilio, pero poco después la mujer salió al balcón pidiendo ayuda a gritos. La escena fue seguida por diversos testigos que se encontraban en la calle y por vecinos que se asomaron a las ventanas. El hombre salió al balcón tras la mujer armado con un cuchillo, la tiró al suelo y cuando ella quedó sentada en el suelo, a espaldas de él, le clavó una primera puñalada. Y luego otras cuatro.

Tras dejar a la víctima mortalmente herida, el hombre bajó a la calle y se sentó en el portal a esperar la llegada de la Policía y la Guardia Civil.

Mientras, uno de los testigos subió al domicilio y, junto al hijo de la pareja, intentó asistir a la víctima. A ellos se unieron una comadrona que vive en una finca cercana y el médico del PAC, que iniciaron las maniobras de reanimación, pero fue inútil. La víctima falleció allí mismo.

La autopsia descubrió posteriormente que las cinco puñaladas que recibió la mujer eran mortales, y que le afectaron los pulmones y el corazón.

El asesino fue arrestado por la Policía Local sin oponer resistencia y entregado a la Guardia Civil. Ayer permanecía en las dependencias de la Benemérita, donde estaba previsto que se le tomara declaración antes de ser puesto hoy a disposición del juzgado de guardia.

Al mismo tiempo, la Guardia Civil ha abierto una investigación interna para aclarar por qué no se tomó ninguna medida de protección sobre la mujer después de que se presentara a las seis de la mañana en el cuartel del Port de Pollença. A falta de conocer la declaración de los guardias que la atendieron esa madrugada llama la atención que acudiera a las dependencias policiales a una hora tan intempestiva sin exponer un motivo sólido. Sin embargo, la mujer se marchó de allí sin llegar a poner siquiera una denuncia formal. Varios de los agentes que estaban de servicio aquella noche ya han comenzado a prestar declaración ante los encargados de la investigación.