Un juzgado penal de Palma ha condenado a un excapitán del yate Fortuna, la embarcación que perteneció al rey Juan Carlos, a un año y diez meses de prisión por coacciones y un delito de descubrimiento y revelación de secretos en concurso con allanamiento de morada por espiar y controlar "de modo absoluto" a su exmujer con micrófonos ocultos en su bolso y en el coche y también a través de una webcam en su ordenador con un programa informático que él mismo instaló en su casa, aprovechando su ausencia.

La magistrada también ha impuesto al acusado, español de 50 años, una multa de 12 meses a razón de 8 euros diarios y una indemnización de 10.000 euros para la perjudicada por el daño ocasionado. Según se desprende del fallo, el hombre tiene prohibido aproximarse y comunicarse con la víctima durante 10 años.

La juez ha apreciado las circunstancias atenuantes de reparación del daño, ya que el sospechoso ya pagó 6.000 euros para satisfacer la responsabilidad civil, y la de alteración psíquica porque, en el momento de cometer los hechos, padecía un trastorno obsesivo compulsivo que mermaba sus facultades volitivas sin anularlas. La sentencia destaca la gravedad de los hechos, su duración y las consecuencias que han tenido para la perjudicada, cuya vida personal se ha visto afectada y ha precisado asistencia psicológica.

Según se declara probado, el excapitán del Fortuna, desde al menos noviembre de 2012, cuando se separó de su esposa, hasta abril de 2013, estuvo controlando de modo absoluto a la mujer para intranquilizar y dificultar el desarrollo normal de su vida personal y social. Así, la seguía, la llamaba por teléfono de forma insistente cuando estaba con terceras personas, le colocó micrófonos en el bolso y el coche para escuchar sus conversaciones, irrumpió en los lugares en los que ella estaba con sus amistades provocando altercados, rondaba por las cercanías de su casa, accedía a sus contraseñas de internet o le hacía comentarios sobre las conversaciones que había tenido para demostrarle que la tenía controlada siempre. En enero de 2013, aprovechando que ella estaba fuera de la isla, accedió a su domicilio e instaló un programa espía en su ordenador que estaba en su habitación y colocó una pegatina para impedir ver cuándo se activaba la webcam. Así, obtenía imágenes de ella.