"No le maté, no le odiaba, no tenía ninguna deuda con él. Teníamos una buena relación. Éramos amigos". Manuel O.D., el joven de 23 años acusado de asesinar a hachazos a Juan Carlos B.G. la madrugada del 3 de noviembre de 2014 en un apartamento en el que ambos residían como 'okupas' en es Canar, en Santa Eulàlia (Eivissa), negó ayer los cargos de forma tajante ante el jurado popular en el primer día de juicio en la Audiencia de Palma.

"En ningún momento le maté. La verdad es que no sé quién lo hizo ni por qué. Él llevaba en Eivissa muchos años. Sé que aquí tenía problemas", aseguró el imputado, para quien la fiscal y la acusación particular reclaman una pena de 20 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía. Mientras, el abogado defensor pide su libre absolución al mantener que es inocente.

El sospechoso, que lleva encarcelado casi un año y medio, explicó que la víctima tenía deudas por narcotráfico. "Uno le buscaba para que le pagara una deuda por droga. Le llamaba por teléfono. Me dijo que le iba a pegar una paliza y que le iba a abrir la cabeza", apuntó Manuel O.D., quien admitió que tanto el fallecido como él consumían estupefacientes a diario: marihuana, hachís, cocaína y pastillas. Según su versión, ambos se conocían desde hace muchos años de Coria del Río, pueblo sevillano del que son originarios, y en marzo de 2014 se trasladaron juntos a Eivissa, donde el perjudicado tenía una hija. "Los dos cultivábamos y vendíamos marihuana para subsistir. Nos dedicábamos a robar y a trapichear", confesó ante la sala.

"Pasábamos mucho tiempo juntos. Vivíamos como 'okupas' en Santa Eulàlia desde hacía dos semanas. Discutíamos como amigos, lo normal. Discutíamos por la ropa. Una vez él me dijo que tuvo problemas por no pagar por una partida de droga. Estuvo cuatro años sin volver a Eivissa. Y dos semanas antes de su muerte, tuvo una pelea en un bar con siete u ocho personas que le pegaron una paliza por un teléfono robado", añadió el supuesto asesino.

El joven recordó que la última vez que vio con vida a la víctima fue el domingo 2 de noviembre de 2014 por la tarde (horas antes del crimen), ya que habían quedado para recoger una bicicleta. Según alegó, la última vez que durmió en los apartamentos donde apareció el cadáver fue la noche del jueves. "Juan Carlos empezaba a trabajar, por eso le dejé la habitación para que pudiera descansar", agregó. El imputado indicó que esos días durmió en casa de un amigo y en otros apartamentos y también admitió que vestía con unos vaqueros, sudadera roja y unas deportivas blancas marca Nike.

El joven confesó que borró unas conversaciones de WhatsApp con la víctima para que la Policía no le encontrara las fotos que guardaba con los objetos que robaban.

El acusado no pudo dar una explicación convincente al hecho de que un trabajador de los apartamentos lo encontrara el día del crimen durmiendo en una habitación contigua. "Yo no me acostaba allí. Yo no era. A mí no me sacó de la habitación", recalcó. Al ser interrogado sobre la presencia de sangre de la víctima en sus pantalones, alegó que compartían la ropa y que se pudo cortar en uno de los robos. Tampoco pudo explicar que hubiera su ADN en la funda del hacha, el arma del crimen que nunca apareció. "Nunca vi esa funda ni el hacha. Nunca compré ni robé un hacha", recalcó.