Sentimientos de conmoción e indignación se entremezclaron ayer en los vecinos de Son Servera al enterarse de que Victoria Sard Massanet, de tan solo 19 años, había sido asesinada por su pareja, de 22. "El era muy violento y a ella la tenía completamente sometida", recalcaron algunos jóvenes residentes en el municipio del Llevant.

Los frecuentes estallidos violentos de Carlos Germán V., colombiano de 22 años, eran sobradamente conocidos en el pueblo. "Con cuatro cervezas que se tomara ya iba loco. También consumía habitualmente cocaína", subrayaron algunos conocidos del asesino confeso de Victoria.

Al parecer, la relación entre ambos se había iniciado hacía cuatro años. Victoria había sido adoptada siendo niña en Rusia por un matrimonio residente en Son Servera. Carlos, por su parte, había venido de Colombia al cumplir los 18 y trabajaba los veranos en la cocina de un hotel.

Al poco tiempo de instalarse Carlos en Son Servera, empezó la relación con Victoria. "Ella era muy buena niña. Se juntó la más humilde con la peor persona posible", indicó un vecino del municipio conocedor de la pareja.

Desde el primer momento, los padres de Victoria se opusieron frontalmente a la relación. A pesar de ellos, la pareja se seguía encontrando a hurtadillas. Los malos tratos de él hacia ella salieron a relucir en una acampada. "Él la agredió y la mordió en la cabeza", explicó un residente en la localidad.

Esta agresión a Victoria se tradujo en una condena a Carlos Germán por malos tratos en el ámbito familiar, que le acarreó una orden de alejamiento que se prolongó hasta marzo del año pasado. Según varios testigos, los dos habrían incumplido el mandamiento judicial.

Cuando expiró la orden de alejamiento, coincidió con la mayoría de edad de Victoria. Carlos se empeñó en que ella se fuera a vivir con él, aunque siguió chocando con la oposición de los padres de la joven.

"Ella estaba cagada de miedo hacia él", definió gráficamente un conocido de la pareja. "Cuando iban los dos juntos, Victoria paseaba con la cabeza agachada. No se atrevía a hablar. Tenía miedo a dejarle, porque sabía que le iba a pasar algo", abundó.

Carlos, por su parte, trabajaba en temporada alta en la cocina de un hotel. El resto del año lo pasaba haciendo chapuzas. La inmensa mayoría del tiempo se dedicaba a la jardinería.

Su fama de violento se había extendido en poco tiempo en el vecindario. Pese a su escasa corpulencia, Carlos era extremadamente pendenciero. "¡Yo le he tenido que pegar para que se tranquilizara porque estaba por completo fuera de sí!", recordó un joven del municipio.

Un cuchillo bajo la almohada

La mezcla de cerveza y cocaína hacía que Carlos protagonizara con frecuencia una serie de actos violentos. "En cuanto bebía hacía trompos con el coche y se ponía muy agresivo." Algunos jóvenes de su entorno más próximo aseguran que el asesino confeso de Victoria presumía habitualmente de esta violencia. "Dormía con un cuchillo debajo de la almohada", precisó este conocido de Carlos.

La tensión fue ayer en aumento tras el cordón desplegado por la Guardia Civil en la calle Mare de Déu de Lourdes. Una decena de conocidos de la víctima y de su asesino se concentraron en el lugar. La madre del presunto asesino y el padre de la joven víctima se desplazaron hasta allí.

Mientras, varios vecinos se asomaron a los balcones para observar desde arriba la evolución de la investigación de los agentes de la Policía Judicial y el Laboratorio Criminalístico de la Guardia Civil para reconstruir cómo se cometió el crimen. Algunas residentes no pudieron evitar echarse las manos a la cara, al tomar conciencia de la tragedia que había ocurrido a escasos metros de su domicilio.

En cuanto los operarios de los servicios funerarios sacaron el cuerpo de Victoria Sard para introducirlo en el furgón las muestras de odio hacia el asesino confeso de su joven víctima no pararon de sucederse. Mientras algunos presenciaron la escena cariacontecidos, otros mantuvieron una postura mucho más vehemente. "¡Ojalá le torturen los presos en la cárcel!", sentenció.