Los juzgados de Vía Alemania amanecieron ayer con un joven encadenado a la puerta principal del edificio. Era una protesta insólita, contra una rebaja de su condena por agredir a un vecino, y acusaba a los funcionarios de haber facilitado datos personales a un allegado suyo para que pagara parte de la multa impuesta. Casi una hora pasó amarrado al portón, mientras decenas de trabajadores y usuarios del juzgado se veían obligados a acceder por la rampa de la parte trasera. La Policía logró finalmente convencer al joven, que dio a los agentes la combinación del candado cuando ya se buscaba una cizalla para cortar las cadenas. Una vez liberado, fue identificado y se le dejó en libertad.

El manifestante fue condenado hace ahora un año por agredir a un vecino suyo. Un juzgado de instrucción de Palma le declaró autor de una falta de lesiones y le impuso una multa de dos meses a razón de dos euros diarios, 360 en total. Además, le obligó a indemnizar con 660 euros a la víctima por las heridas que le causó y le prohibió acercarse a esta durante medio año. El joven no ha pagado estas cantidades y ahora está obligado a cumplir una pena de privación de libertad. Anteayer acudió al juzgado para anunciar su intención de saldar su deuda con un arresto domiciliario. La funcionaria que le atendió comprobó en el expediente que una parte de la multa ya estaba abonada. Un familiar suyo la había pagado. Así que la condena quedaba rebajada y solo debía cumplir 26 días de localización permanente.

Pero el joven no se lo tomó como un beneficio, sino como una afrenta. Protestó enérgicamente, acusando a los trabajadores del juzgado de haber facilitado datos suyos a terceras personas, y salió del edificio hecho una furia. "¡Se están tapando unos a otros! ¡Son unos corruptos!", clamó en el patio de Vía Alemania. Los vigilantes de seguridad tuvieron que calmarlo y, tras unos minutos de tensión, lograron que se marchara. El condenado, sin embargo, no asimiló lo sucedido y decidió elevar el tono de la protesta.

Ayer a primera hora regresó a los juzgados y se encadenó a la puerta principal. A las ocho y cuarto de la mañana, uno de los vigilantes acudió como es habitual a abrir el portón para que funcionarios y usuarios pudieran entrar y descubrió la presencia del joven. Intentó apartarlo antes de descubrir las gruesas cadenas que rodeaban su cintura y lo mantenían amarrado, con un candado de combinación numérica, a una de las barras de la puerta.

El trabajador dio aviso a la Policía Nacional y varios efectivos de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) se desplazaron a los juzgados para intentar desbloquear la situación. Ante la imposibilidad de abrir la puerta principal, funcionarios, jueces, fiscales, abogados y usuarios tuvieron que entrar en los juzgados por la parte trasera.

Los policías trataron, inicialmente sin éxito, de que el joven depusiera su actitud y abriera el candado. Intentaron convencerlo con multitud de argumentos, pero el manifestante seguía en sus trece. Ante su empeño, empezó a barajarse otra solución: unas cizallas. Los agentes estaban ya buscando una herramienta cuando, tras casi una hora de protesta, el joven cedió y facilitó la combinación del candado. Los policías lograron así abrirlo y liberar al manifestante, que fue identificado y quedó libre. La puerta pudo ser entonces abierta y el edificio recuperó la normalidad.