La Audiencia de Palma juzgó ayer a un joven de origen africano por violar y pegar una paliza a la empleada de un restaurante de comida rápida, de unos 60 años, cuando esta se encontraba limpiando el local a primeras horas de la mañana, fuera del horario de apertura, en septiembre de 2014 en Cala d'Or. El acusado, de 32 años y que está preso, negó los hechos en un primer momento y luego alegó que no recordaba nada de lo sucedido porque estaba "colocado". Según su versión, esa madrugada había tomado tres litros de cerveza, whisky y cocaína. "No recuerdo haberla agredido sexualmente. No quiero discutir. Pido disculpas y ya está", manifestó el sospechoso ante la sala.

La víctima hizo un relato espeluznante de la brutal agresión sexual que sufrió. Gracias a los gritos que profirió cuando era violada, un vecino alertó a la Guardia Civil, que descubrió al supuesto violador cuando salía del establecimiento mientras se colocaba los pantalones. Acto seguido, la patrulla encontró a la trabajadora en el suelo semidesnuda y completamente golpeada. Su conmovedor testimonio ante el tribunal de la sección primera dejó patente la desproporcionada violencia y brutalidad que padeció por parte del joven.

La fiscal reclamó para el imputado una condena de 17 años de cárcel por agresión sexual y lesiones, ya que también le fracturó una vértebra y le causó hematomas, así como la medida de seis años de libertad vigilada, la prohibición de aproximarse y comunicarse con la perjudicada durante 25 años y una indemnización de 14.000 euros por los daños psicológicos y las heridas que le provocó. El letrado de la acusación particular solicitó 20 años de prisión, mientras que la defensa, la absolución y de forma alternativa una pena mínima de tres años y tres meses por una tentativa de agresión sexual y lesiones con la atenuante de intoxicación por el consumo de alcohol y drogas.

Las acusaciones subrayaron la brutalidad de los hechos y que la mujer haya quedado "marcada" y mermada para su vida normal. Su hija relató ayer las secuelas que padece: "Su vida ha dado un giro de 180 grados drástico. No puede conducir, ponerse unos zapatos, trabajar, hacer deporte, limpiar... Cuando vi a mi madre en el hospital, aparte de la agresión sexual, le habían dado una santísima paliza".

La víctima aseguró que está en tratamiento psicológico y psiquiátrico: "Yo antes estaba bien, vivía sola. Ahora, voy a todos los sitios acompañada. Tengo miedo de estar sola, miedo de todo, de cualquier ruido. No puedo hacer una vida normal. Estoy con mi hija, ya no he vuelto a mi casa".

La mujer recordó que el 3 de septiembre de 2014 fue a trabajar a la hamburguesería a las seis y media de la mañana. "Salí a limpiar la terraza como cada día. Volví a entrar porque me faltaba un trozo de manguera. Al entrar, me encontré de frente con un señor de color. Le dije qué quería. Estaba nerviosa, muerta de miedo. Tenía una mirada que me asustó más todavía. Le dije que si quería dinero, se lo daría. El solo me dijo 'cállate, te voy a follar y te voy a matar'. Entonces, grité, chillé todo lo que pude. Él me giró, me tapó la boca con la mano. Me asusté mucho, me empezó a pegar y me cogió del pelo para tirarme al suelo. Forcejeamos. Llevaba en la mano un trapo para taparme la boca. Era muy violento. Me tiró al suelo y seguimos peleando. Se puso de rodillas encima de mi pecho. Yo me resistía. Me decía 'cállate, te voy a matar, te voy a follar'. Y yo le dije que por favor me dejara, que era una vieja", relató entre lágrimas.

"Me empezó a bajar la ropa, no me podía mover ni chillar. Me quería penetrar por detrás. Sentí su pene en la espalda. Sentí su dedo en el ano. Sentí un asco, una vergüenza, pensé que me iba a matar. Prefería estar muerta. Tenía ganas de morir. Sentí sus manos por todos los sitios. Al ver que no tenía la boca tapada, grité, grité con todas mis fuerzas".