"Me han destrozado la vida, es que es mucha rabia la que tengo dentro. Quiero sacarlo todo ya y cerrar", aseguró ayer entre lágrimas un joyero al recordar el asalto en su casa en Santa Maria la noche de reyes de 2013. Dos encapuchados con pasamontañas y armados con un fusil del ejército le estaban esperando en el domicilio. Le ataron de pies y manos con bridas y cinta americana. Los atracadores tenían retenidos desde hacía un par de horas a su mujer embarazada y a su hijo, un bebé. Le robaron la recaudación de ese día, 17.500 euros, así como varias joyas. El joyero asaltado por la banda de paramilitares no pudo contener las lágrimas ayer al rememorar lo sucedido. "Cada día convivo con ese fusil", añadió entre sollozos al ver el arma de guerra en la sala de vistas en la Audiencia de Palma. "Jamás me van a devolver a mi mujer tal como era antes. Sufrió una patología ansiosa depresiva. Tiene miedos constantes, desconfía... Tanto que estamos separados", detalló el hombre muy afectado. Su desgarrador testimonio se sumó al de varios perjudicados que ayer declararon en la segunda sesión del juicio.

La banda de paramilitares causó verdaderos estragos psicológicos a sus víctimas. Ya nadie es como era antes. Sus vidas han cambiado tras los aterradores episodios vividos en sus domicilios entre 2011 y 2013. El dinero, las joyas o los coches que les robaron son lo de menos. El golpe psicológico sufrido fue lo peor. Un matrimonio de Costa d'en Blanes fue atacado en dos ocasiones en su vivienda en poco más de un año por la misma organización. "Mi esposa tuvo un ataque de ansiedad que aún dura. Ella sigue muy afectada. Está medicada, va al psicólogo, tiene estrés postraumático. Queremos vender la casa, nuestra casa familiar de tantos años. Mi mujer puede llevar una vida normal si no estamos dentro de casa. En la vivienda sufre un estrés permanente, la encañonaron con el fusil y con una pistola y la dejaron atada", subrayó con contundencia uno de los afectados, que también fue esposado y golpeado.

"El daño que me han hecho no tiene precio. Antes me encontraba bien, no tenía nada. Ahora, tengo de todo, miedo sobre todo. Psicológicamente me he quedado fastidiado. Yo tenía 70 años, me cogieron, me tiraron al suelo, me rompieron varias costillas, me pegaron golpes por todo y patadas", apuntó otro de los perjudicados al referirse al asalto sufrido en una finca junto a la urbanización Son Gual, en Algaida, el 21 de abril de 2012 al mediodía.

"Estaba en una caseta de aperos junto con un trabajador. Vinieron tres encapuchados, armados con un fusil de asalto y vestidos de militares, con guantes. 'Esto es un asalto. Al suelo', me dijeron. Pensaba que era una broma. Yo no quería salir. Me amenazaron con que me iban a disparar. Hubo un forcejeo. Me golpearon, me tiraron al suelo y me ataron con bridas. Al otro trabajador le pegaron un palizón y le ataron. Nos taparon los ojos con cinta americana, no podíamos respirar. Luego me sentaron en una silla. Me pidieron por la caja fuerte. Yo insistí en que no tenía caja fuerte. Me tuvieron dos horas interrogándome. Me quitaron la documentación, el móvil y el coche. Me dijeron que iban a matar a mi mujer y a mi hijo. Dispararon tres tiros al aire. Me acojoné, vi que el arma era de verdad. Estábamos muertos de miedo. Me ataron los pies con bridas y se fueron con mi pick up", dijo. El perjudicado destacó que su impresión es que los asaltantes tenían información muy certera. Luego, se fueron a su casa de s'Arenal, donde atracaron a su mujer. Su exyerno, uno de los acusados, conocía perfectamente los domicilios, según él.

Otra de las víctimas, el empresario Javier Hidalgo, director general de Globalia, se hallaba durmiendo en casa de su hermana en Puig de Ros (Llucmajor) cuando fue asaltado: "Oí gritos fuera. Serían las cinco de la madrugada. Me levanté, fui andando por el pasillo, me asusté y me metí en el armario. Luego vi a la Guardia Civil".