El magistrado Pedro Barceló ha acordado llevar a juicio al denominado príncipe de Hohenlohe y a su mujer, a los que acusa de una macroestafa piramidal de ocho millones de euros gestada en Mallorca entre 2008 y 2011. La pareja, que estuvo encarcelada en Palma a mediados de 2012, presuntamente logró alrededor de 190 depósitos de clientes, la mayoría germanos, ingleses y españoles, a quienes captaron bajo la falsa promesa de obtener suculentos beneficios con intereses de entre el 15 y el 48 por ciento anuales.

Los sospechosos conseguían atraer a los inversionistas aparentando una solvencia de la que carecían. Según el juez, el aristócrata austriaco y su compañera sentimental, una ciudadana española, disponían de un barco, organizaban fiestas e incluso tenían colgadas en sus oficinas fotos firmadas de varios miembros de la Casa Real Española. Además, el encausado "exhibía un título nobiliario, al parecer falso, como príncipe de Hohenlohe", según se desprende del auto judicial.

Una vez finalizada la instrucción, el magistrado ha concluido que existen indicios para imputar a la pareja un delito continuado de estafa y otro de apropiación indebida y, por ello, da traslado al fiscal y a las acusaciones particulares para que soliciten la apertura del juicio oral formulando escrito de acusación o el sobreseimiento del caso.

En el auto de transformación de la causa a procedimiento abreviado, el juez instructor también ha archivado el caso para otros tres imputados. Se trata de un empleado de las sociedades constituidas por la pareja de presuntos estafadores, un prestamista y un inversor. Para ellos, el magistrado ha decretado el sobreseimiento provisional.

En cambio, los dos principales sospechosos son considerados como los supuestos responsables del fraude millonario piramidal. Así, ambos decidieron constituir dos entidades mercantiles, nombrando administradora a la mujer, con la finalidad de obtener beneficios económicos "utilizando el engaño". Para ello, montaron una infraestructura piramidal al objeto de aparentar una solvencia de la que carecían y poder así atraer a clientes que depositaron sus fondos en dichas sociedades a cambio de la promesa de altos intereses. Finalmente, los suculentos rendimientos dejaron de pagarse y la pareja se apropió de gran parte de los fondos, según el juez.

El noble austriaco y su compañera eran muy conocidos en la alta sociedad germana por sus glamurosas fiestas en la isla. Para aparentar la aludida solvencia, navegaban en barco y tenían en sus oficinas, en la sala de espera, fotos firmadas de varios miembros de la Casa Real Española y de los principales dirigentes de los partidos políticos. Así, los clientes podían comprobar los "importantes contactos" que tenían.

Prometían inicialmente unos intereses del 15 o del 18% anual, que luego elevaron hasta el 48%. Sus empleados tenían órdenes de ofrecer una rentabilidad de 200 euros al mes por cada 5.000 euros invertidos. De esta manera, los acusados, que se anunciaban en la prensa, lograron cerca de 190 depósitos con una cantidad de alrededor de ocho millones de euros, de los que al parecer solo devolvieron unos 411.224. Los imputados no invirtieron el dinero obtenido, sino que se lo quedaron para mantener su infraestructura o pagar los intereses prometidos. Además, hacían firmar un reconocimiento de deuda. También hicieron de intermediarios para obtener préstamos o hipotecas cobrando una comisión del 5%.