El asesinato a sangre fría de Ángel Abad el pasado martes en su restaurante de Porto Cristo no había dejado a nadie indiferente. Los más allegados de la víctima habían quedado profundamente consternados por su trágica muerte violenta. Además, buena parte del vecindario no ocultaba su zozobra y su inquietud por el brutal crimen ocurrido a escasos metros de sus casas.

La inmensa mayoría de las personas que conocía al dueño del restaurante Gorli coincidía en definirle como una persona "muy reservada". Al mismo tiempo, también le calificaban como alguien "muy serio y educado". Ángel Abad era, al menos de puertas hacia fuera, una persona muy poco dada a la efusividad. Nadie de su entorno más inmediato le atribuía que pudiera tener enemigos.

Entre el vecindario más próximo al restaurante donde se encontró la escena del crimen una novedosa sensación de inquietud y de inseguridad se había instalado entre ellos. Un sentimiento inédito en este sosegado rincón de la costa del Llevant de la isla. "Tengo miedo", afirmaba una vecina sin ambages.

El cordón policial desplegado en torno a los accesos al establecimiento llamaba poderosamente la atención de los turistas que acertaron ayer a pasar por el lugar. Muchos de ellos no pudieron reprimir una mirada furtiva a través de los cristales para tratar de saber qué había ocurrido. Un escudo policial colocado en la puerta advertía que el establecimiento se encontraba precintado.

El resto de comercios colindantes al Gorli quería transmitir una sensación de aparente normalidad. El funeral por el fallecimiento de Ángel Abad se oficiará el próximo lunes, a las 20.15 horas, en la Parroquia Virgen del Carmen de Porto Cristo.