Eduardo Tomás llegó ayer a la playa de Porto Cristo un poco antes de lo normal. La celebración de la noche de Sant Joan había dejado la arena más sucia de lo normal. El encargado playero tenía que acondicionarla para que estuviera limpia como cualquier otro día. Como muchos otros días, se cruzó con Ángel Abad. No sospechaba que unos minutos después el propietario del restaurante Gorli moriría asesinado a tiros en su establecimiento.

"Nos saludamos y le dije que pasase un buen día. Como hacía otras muchas veces, limpiaba y barría la terraza", explicó el encargado de las hamacas y las tumbonas de la playa de Porto Cristo.

Dentro de su rutina, Ángel Abad se personaba en su restaurante sobre las siete de la mañana para montar la terraza. La acondicionaba y se iba del lugar hacia su domicilio. Unas horas más tarde, sobre las diez de la mañana, abría el establecimiento de cara al público. Esta vez sus hábitos se truncaron abruptamente después de que le descerrajaran dos tiros a escasa distancia dentro del restaurante.

La víctima contó al encargado playero que tenía hora con el peluquero y que por ese motivo se tendría que ausentar de su local. Eduardo Tomás vio, unas horas después, como la calle Bordils y el restaurante de Ángel se llenaba de policías. "Me tomaron declaración para ver qué era lo que sabía. Les conté lo mismo que le estoy contando", subrayó. Eduardo Tomás, como muchos otros vecinos, estaba conmocionado por el asesinato del dueño del Gorli.