No tenemos muchas ocasiones en esta humilde sección de hablar sobre publicaciones tan glamurosas como Vanity Fair, así que no es cuestión de dejarlas pasar, aunque el caso ya haya sido ampliamente comentado. Nos referimos al reportaje publicado en el número de febrero sobre Luis Rodríguez Toubes, 22 añitos, hijo de una de las familias más conocidas de Llucmajor, con parientes íntimos de la Familia Real, ´fashion victim´ y asiduo de la sección de Sucesos tras ser detenido cuatro veces por presuntas estafas, entre ellas a un matrimonio de su pueblo, ancianos sin hijos y familia lejana suya, a los que habría convencido para que pusieran a su nombre todo su patrimonio, valorado según dicen en unos 50 millones de euros. En libertad con cargos, una situación procesal en laque lo más recomendable es pasar inadvertido, al mozo no se le ocurre más que presentarse públicamente como un bon vivant -"Llevo la vida de un millonario de setenta años", dice-. Supongo que la tentación del papel couché fue demasiado fuerte.

El timo del nazareno

Hijo de una conocida familia de Llucmajor, nieto de un almirante de la Armada y sobrino de varios amigos personales del Rey y el Príncipe. Luis Rodríguez Toubes se dio a conocer con 19 años, cuando J.F. Mestre publicó en exclusiva en este diario que había sido arrestado junto a su madre por estafa a una pareja de ancianos, familia lejana suya, todo su patrimonio, compuesto por varias fincas y casas de Llucmajor y que se valoró inicialmente en 200 millones de euros. Al parecer les había convencido para que pusieran a su nombre todas sus propiedades y ahorrarse así el pago de impuestos. Y en cuanto tuvo todo a su nombre, puso a la venta las fincas y todo lo que contenían, incluida la casa en la que residía el matrimonio. Estas operaciones están en la actualidad paralizadas por orden judicial.

Tras algún incidente en Palma -parece ser que le insultaron en un conocido bar de copas-, el jovenzuelo se instaló en Madrid, donde volvió a ser arrestado otras tres veces por presuntas estafas. Varias de las víctimas eran mujeres mayores, de la alta sociedad, a las que supuestamente deslumbraba con sus exquisitas maneras antes de desplumarlas. Y en otra ocasión fue denunciado por el propietario de una joyería, donde adquirió presuntamente relojes y alhajas valoradas en medio millón de euros, que no pagó, y que posteriormente fueron vendidas en establecimientos de compra-venta de Palma a un precio muy inferior. Esta práctica se conoce en argot policial como el timo del nazareno, y es más viejo que las maracas de Machín.

¿Una sombrilla japonesa?

Y en estas estamos cuando se descuelga con la entrevista al Vanity Fair. Hace dos semanas nuestro colega Esteban Mercer ya le dedicó unos cuantos epítetos en sus páginas de La Nata, en este diario. Lo más flojo que dijo un que él es que es un hortera. Pero dejando aparte las cuestiones estéticas, hay que admitir que con sus declaraciones no demuestra ser muy listo. "Llevo una vida muy interesante. Me levanto todos los días a las dos de la tarde, me abren las cortinas, me tomo un zumo, entonces me arreglo y a eso de las tres tomo un aperitivo. Almuerzo, luego me relajo un poco y después saco mi sombrilla japonesa y salgo a dar un paseo". Lo cual plantea dos cuestiones: ¿Relajarte, de qué?, y ¿una sombrilla japonesa para pasear por Madrid?

Pero va más allá. En un intento por defenderse de las acusaciones de estafas, achaca sus detenciones a una caza de brujas orquestada por el comisario jefe de la Policía Judicial de Palma. "Fue administrador de mi madre, hasta que lo puso de patitas en la calle porque las cuentas no cuadraban. Este hombre esta despechado y ahora ha encontrado en todo esto una oportunidad para vengarse". Alguien le tendría que explicar al chaval que acusar de un delito a un policía -y más a un comisario de una integridad tan reconocida- no es la mejor estrategia de defensa.

Todo vuelve a ser como antes

No salimos de Llucmajor. La semana pasada se hizo efectivo el cese de la jefa de la Policía Local, Antonia Barceló. Acabó así un culebrón que ha durado dos años y que iba a culminar con una manifestación de policías. Todo ha vuelto a su cauce anterior y las horas extras vuelven a fluir con profusión. Presumimos que el alcalde, que destituyó a la jefa pese decir públicamente que es una profesional muy preparada y a que no tenía ninguna queja formal contra ella, no volverá a intentar poner orden en la plantilla en bastante tiempo.