El cabo Muñoz Egea fue el 26 de noviembre a recoger a su novia al trabajo en Cala Millor cuando unos gritos procedentes de un bar le llamaron poderosamente la atención. Una mujer se lamentaba porque su padre se encontraba mal.

El militar se interesó por lo que ocurría y se acercó hasta el lugar del incidente. Al ver que nadie hacía nada, comprobó las constantes vitales del hombre y vio que, efectivamente, no respiraba.

El cabo comprendió que el hombre precisaba de atención urgente. De inmediato le comenzó a practicar a la víctima maniobras de reanimación cardiopulmonar. Al cabo de un rato, después de una veintena de compresiones en el tórax, el afectado comenzó a reaccionar. El militar comprobó que esta persona ya respiraba por sus propios medios y lo colocó en posición de seguridad hasta la llegada de las asistencias.

A continuación, agentes de la Policía Local y las asistencias sanitarias atendieron al enfermo. El cabo siguió colaborando con ellos, les aportó la información inicial sobre los síntomas que presentaba el hombre.

Una vez que los agentes de la Policía Local le pidieron los datos, este les informó de su condición de militar. Los funcionarios le felicitaron por su rápida actuación.

El cabo informó de forma casual de lo que había ocurrido cuando, en el Regimiento de Infantería Palma 47, pedían voluntarios para realizar un curso de soporte vital avanzado.