Los vecinos de Son Banya quieren tener los menos líos posibles con la Policía. El martes de madrugada, una patrulla es requerida por un hombre en las inmediaciones del poblado. Según denuncia, había entrado allí en un coche con dos conocidos que se habían llevado su teléfono móvil, valorado en 700 euros. Los agentes no tardaron en dar con los ladrones, agazapados entre unos vehículos. Estos cuentan que ya no tenían el aparato porque acababan de venderlo en una chabola. Los gitanos, ante el temor a que la Policía acabe entrando a la fuerza en la vivienda o monte otro cerco, se afanan en recuperarlo. "No se preocupen, señores agentes, que noso-tros lo traemos". En cuestión de segundos, el móvil aparece y es devuelto a su dueño. Y aquí paz y después gloria.

¿Broma o confusión?

Un joven vecino de Palma recibió hace unos días una insólita llamada de teléfono en su casa:

- Hola, aquí la Policía. Hemos conseguido su número de teléfono a través del padrón municipal. Vamos a hacer una operación en su edificio y necesitamos que nos abra el portal.

El supuesto agente hablaba al mismo tiempo con sus compañeros a través de lo que parecía ser una emisora policial y, cuando estos le indicaron que ya estaban listos para entrar, pidió al joven que abriera la puerta. Cuando lo hizo, descubrieron que se habían equivocado de edificio. O realmente se trató de una confusión o al chico le gastaron una broma muy trabajada.

Burocracia estéril

A un vecino de Palma le robaron su ciclomotor hace unas semanas. Acudió de inmediato a la Policía Nacional para denunciar lo ocurrido y, sin esperanzas de que recuperar el vehículo, inició los trámites para darlo de baja. Buscó en la web de la DGT la documentación necesaria y acudió con ella a la Jefatura de Tráfico. Tras más de media hora de cola, una funcionaria le explicó que debe aportar la denuncia, aunque eso no figuraba en la lista de papeles a aportar. El afectado regresa días después a la oficina. Tras dos horas de espera para ser atendido, otra trabajadora consulta los datos en el ordenador y le informa de que su moto había sido dada de baja por la Policía cuando denunció. Para una vez que el sistema es eficaz para ahorrar tiempo al ciudadano, no sirve para nada.

Lío con la alarma

Una limpiadora del centro de salud de Sant Salvador, en Gènova, quedó atrapada en el ascensor del edificio el pasado miércoles por la tarde. La mujer pulsó el botón de alarma y el aviso saltó en una empresa de Madrid para que gestionase su rescate. Sin embargo, la compañía hace ya meses que no presta este servicio, por lo que entre unas cosas y otras pasó más de media hora hasta que los Bombers de Palma recibieron el aviso para ir a liberar a la atrapada. Encontraron a la mujer muy angustiada, tanto por la claustrofobia como por el hecho de que nadie le hiciera caso.

El atracador desesperado

Un hombre se presentó el martes en una sucursal bancaria de la calle Manacor y pidió a un empleado que le diera el dinero que tenía en su cuenta corriente. El trabajador le dijo que iba a ser imposible porque no le quedaba ni un céntimo. Desesperado y muy nervioso, el cliente sacó una cuchillo y se lo puso en el pecho mientras, con grandes aspavientos, gritaba que quería hablar con el director. Huyó en cuanto le explicaron que habían llamado a la Policía. Los agentes acudieron después a su domicilio, donde el hombre reconoció los hechos y fue detenido.

Un conductor sin ley

Un vecino de Manacor parece vivir al margen de la ley. En septiembre fue arrestado por conducir ebrio cuando llevaba a dos niños en un coche y le quitaron el carné. Semanas después, volvió a ser detenido por circular pese a que tenía retirado el permiso. Y el pasado lunes fue interceptado otra vez por el mismo motivo.