Planificaron el golpe a conciencia. Dos asaltantes, vestidos completamente de negro, con ropa ajustada, botas militares, guantes de piel, con cascos y la cara tapada, fueron los que irrumpieron el viernes por la mañana en el apartamento de sa Coma, en Sant Llorenç des Cardassar, donde torturaron, maniataron y amordazaron a los dos inquilinos, uno de los cuales, Rainer Völker, alemán de 65 años, finalmente falleció tras el atraco en su casa. El empresario germano fue hallado con una toalla metida en la boca a modo de mordaza y con la cabeza totalmente tapada con toallas y pañuelos. Los investigadores sospechan que pudo morir asfixiado tras el estrés y la agonía sufridos durante las quince horas que estuvo retenido. Su mujer, Irene K., también alemana, de 76 años, resultó malherida después de recibir una tremenda paliza. La afectada continuaba ayer ingresada en el hospital de Manacor en planta y su vida no corre peligro.

Los hechos fueron descubiertos el viernes a las once y media de la noche, pero el violento asalto se produjo sobre las siete de la mañana, por lo que la pareja pasó unas quince horas atada y amordazada en el baño de su apartamento que habían alquilado hacía pocos días, un cuarto piso de un complejo situado en la calle Ficus, en sa Coma. Cuando los agentes llegaron al lugar, el hombre ya había fallecido. La autopsia, que previsiblemente se practicará hoy en Palma, aclarará la causa exacta de la muerte. Los especialistas sospechan que la víctima pudo asfixiarse con la toalla que llevaba metida en la boca, más otras ropas que le tapaban la cabeza, lo que habría incrementado su estado de estrés. Además, Rainer Völker, recibió una tremenda paliza y fue torturado. El empresario germano, que acababa de vender a unos rusos un restaurante de Cala Millor que había regentado durante 20 años por unos 300.000 euros, según los vecinos, al parecer se resistió y llegó a enfrentarse a los dos ladrones. Los dos delincuentes no tuvieron contemplaciones y respondieron a golpes. Se ensañaron con él para que revelara el lugar dónde guardaba el dinero. El hombre había sido el encargado de la operación de venta de su local, los sospechosos lo sabían y fueron a por él.

Profesionales y organizados

La Guardia Civil continuaba ayer con las pesquisas para tratar de localizar a los dos atracadores. El Grupo de Homicidios de la Policía Judicial y el de Patrimonio del Instituto Armado se volcaron en las averiguaciones. La pareja de asaltantes no llevaba armas. Utilizaron su fuerza física y sus puños para amedrentar a las víctimas. Actuaron vestidos con ropa de asalto de color negro, botas militares, guantes, cascos de motorista y siempre con el rostro oculto, lo que indica el grado de profesionalidad y organización que tenían. No dejaron huellas en el domicilio, pero lo revolvieron todo.

Los agentes sospechan que los delincuentes pudieron colarse en el edificio por la puerta del aparcamiento que no cerraba bien. Luego, llamaron a la puerta del apartamento sobre las siete de la mañana del viernes y, cuando la mujer empezó a abrir, irrumpieron a la fuerza de un empujón. Una vez dentro del inmueble, separaron a las dos víctimas y las golpearon. El objetivo de los atracadores quedó claro desde un primer momento. "El dinero, el dinero", exigieron. Según varios vecinos, los sospechosos iban a por el importe que había cobrado el hombre por su restaurante. Una parte la pudo ingresar ya en el banco, pero se sospecha que querían otra parte que recibió en dinero negro. Así, los delincuentes conocían la situación económica de las víctimas.