­Andreu Coll y Antonio Llompart tienen mucho en común. Uno está a punto de cumplir 19 años y el otro acaba de hacerlo, están en prisión por parricidio, presentan rasgos psicopáticos, proceden de familias acaudaladas y creían que su vida sería más fácil sin sus víctimas. Ambos cometieron crímenes brutales, golpeando a sus progenitores con saña hasta la muerte, y trataron en vano de ocultar su implicación. Los dos jóvenes habían ido al mismo colegio privado de Palma y, quizá por eso, son amigos en la red social Facebook. Dos perfiles similares para un final común.

El odio es su principal nexo de unión. Andreu Coll guardaba mucho rencor a su padre, el empresario alaroner de 57 años con el que compartía nombre y casa. El joven, junto a un amigo al que había conocido por Internet, acabó a golpes con la vida del hombre el pasado 30 de junio. Según declaró, estaba harto de las "humillaciones" a las que su padre lo sometía. "Hace un año empezó a tratarme mal, a decir que nunca llegaba al punto que quería y no hacía nada bien. Me llamaba inútil, me maltrataba psicológicamente a diario", contó Coll al juez. El joven, que el próximo 6 de agosto cumplirá 19 años, finalizó sus estudios de 4º de ESO tras repetir algún curso. Decía que no quería estudiar, sino trabajar para ganar dinero, y empezó a hacerlo en una empresa de su padre, donde "hacía fotocopias, recados y ayudaba a los demás empleados". Cobraba 650 euros. El acusado, que se quejaba de que le obligaba a trabajar más horas de las debidas, gozaba pese a su pobre salario de una vida acomodada. Estaba instalado en el chalé de su progenitor, que le había regalado un Audi TT cuyo precio ronda los 40.000 euros y tenía varias motocicletas.

Rasgos psicopáticos

Andreu quería irse a vivir con su amigo Francisco, un joven zaragozano que estaba enamorado de él sin ser correspondido. Su padre no veía esa idea con buenos ojos y ambos acabaron trazando un plan para quitárselo de enmedio. Además, Andreu disfrutaría de la fortuna amasada por su progenitor con sus negocios inmobiliarios y empresariales porque acababa de ser nombrado heredero universal. Drogaron con somníferos a su padre y, cuando se durmió, intentaron matarle. Pero fallaron, porque la víctima se despertó tras recibir un golpe y se asustaron. A la noche siguiente, sin tibieza, le propinaron una lluvia de golpes con diversas armas contundentes y culminaron su plan. Intentaron borrar toda huella del asesinato, pero la Guardia Civil acabó descubriéndoles y confesaron. El forense que examinó a Andreu Coll tras su detención apreció en él rasgos psicopáticos y le definió como un joven organizador, frío y dominante.

Coll, adicto a los videojuegos bélicos y violentos, no había mostrado comportamientos agresivos, o al menos no hay constancia de ellos. Lo suyo era rabia contenida. Y ahí estriba su diferencia con Antonio Llompart, el joven acusado de mató a golpes a su madre, María Luisa Perún, en su domicilio de Palma en febrero. Los dos parricidas se llevan apenas dos meses y cometieron sus crímenes cuando estaban a punto de cumplir 19 años. Compartieron colegio y eran amigos en Facebook.

Llompart se crió también en el seno de una familia adinerada y llevaba una vida algo desordenada. Había mantenido una relación con una menor, a la que dejó embarazada para luego desentenderse del bebé. La chica le definió como un joven "agresivo, celoso y muy machista que lo arreglaba todo a golpes", y relató durísimos episodios de malos tratos a los que Llompart había sometido tanto a su madre como a ella misma. De hecho, la Policía encontró tras el crimen un diario en el que María Luisa Perún recopilaba decenas de escalofriantes agresiones sufridas por su hijo desde que este tenía 13 años. "Es un monstruo. Es capaz de matarme un día", predijo la mujer.

Al igual que en el caso de Coll, Llompart actuó movido por las cortapisas que su víctima pretendía poner a su futuro soñado. El parricida de Palma acababa de regresar de Madrid, donde residía su novia y había estado alojado dos meses en un hotel de la capital a costa de su madre. El joven, que estudiaba un módulo de informática, pretendía irse a vivir con su pareja a la península pero la madre no veía esa idea con buenos ojos. Y tras una discusión que mantuvieron en el domicilio familiar por este asunto en la noche del 28 de febrero, Llompart arregló las diferencias con una violencia descomunal. Según la investigación policial, empuñó una mancuerna y golpeó numerosas veces a su progenitora en la cabeza hasta matarla. Al parecer, el joven había buscado información en Internet sobre cómo limpiar la escena del crimen. Él y su padre, imputado por no evitar el homicidio y tratar de encubrirlo, tardaron varias horas en llamar a los servicios de emergencias y achacaron lo ocurrido a un desgraciado accidente. Llompart llegó a declarar que había visto cómo su progenitor mataba a la mujer, versión que los investigadores no creyeron porque todas las pruebas apuntaban en dirección contraria.

Coll y Llompart, dos jóvenes privilegiados de familias adineradas, han acabado uniendo sus destinos en la cárcel con apenas cuatro meses de diferencia por sus brutales crímenes.