"Estoy cansado de que me detengan. La Policía me tiene manía. Siempre van a por mí. A partir de hoy, voy a buscar un trabajo". Para la Policía Nacional de Palma, Virgilio no es el afamado poeta y filósofo romano. Es un histórico carterista de la ciudad con más de 60 arrestos a sus espaldas por cuyas manos han pasado centenares de billeteras. Su profesionalidad y gran habilidad para hacerse con las carteras del prójimo son sobradamente conocidas por los agentes. El domingo pasado, Virgilio J.M., de 58 años, de nuevo fue detenido en Palma por hurtar a un turista extranjero 800 euros en las proximidades de la plaza de España. Al declarar ayer en el juzgado de guardia, no pudo ocultar su resignación: "Ya está bien. Estoy cansado de que me arresten".

El incombustible delincuente, cuyo historial se inició ya en los años 80, ha entrado y salido de la cárcel en repetidas ocasiones y al final siempre vuelve a las andadas. La Policía Nacional lo condujo ayer a primeras horas de la mañana hasta los calabozos de los juzgados de Vía Alemania. El hombre, de complexión gruesa y vestido con unos anchos vaqueros azules, negó los cargos de forma espontánea: "Yo no he robado la cartera a ningún extranjero. Se le cayó al suelo. Son cosas que pasan". El hurto se produjo el pasado domingo en la calle Reina Maria Cristina, de Palma, muy cerca de las Avenidas y de la plaza de España. El veterano carterista supuestamente se hizo con 800 euros que llevaba la víctima en el billetero.

Virgilio J.M., muy tranquilo y campechano en todo momento, explicó en el juzgado que los policías le tienen "manía". Pero su dilatada carrera delictiva pronto podría llegar a su fin, según sus planes. El habilidoso delincuente anunció ayer durante su declaración judicial que va a buscar un trabajo: "Voy a ver si me sale un empleo. Es que estoy cansado de tantas detenciones".

Tras negar ser el autor del hurto, fue puesto en libertad. En un abrir y cerrar de ojos abandonó los calabozos que tan bien conoce. El sospechoso se marchó como un cohete de las dependencias judiciales. Los presentes, entre escépticos e irónicos, se preguntaron si la premura se debía a la necesidad de buscar empleo o a su penúltima actuación.