El asesino confeso de Catalina Frontera quería conservar su trabajo de jardinero en la finca Can Pol·lònia de Bunyola a toda costa. Andrés R.G., en prisión desde el pasado sábado por asesinar a cuchilladas a la gobernanta del lujoso chalé con la que estaba enemistada al responsabilizarla de su despido, había simulado robos en la vivienda en la que ambos trabajaban meses atrás con la finalidad de mantener su empleo. Los investigadores están convencidos de que el acusado, de 45 años y vecino de Inca, incluso había forzado las persianas del inmueble a propósito en varias ocasiones para hacerse valer y demostrar que su presencia en la finca era muy necesaria por las noches.

El entorno de la víctima, cuyo cadáver fue descubierto el pasado miércoles sobre un gran charco de sangre en el salón de la casa, confirmó que el antiguo empleado de mantenimiento les había comunicado varias veces que oía ruidos por la noche en la finca y que, por eso, salía al exterior e incluso disparaba al aire con una pistola de fogueo que tenía para ahuyentar a los intrusos.

Esta pistola, así como una gran catana y un machete fueron encontrados en el cuarto que él anteriormente ocupaba en el chalé por parte de la Guardia Civil. Los agentes creen que el sospechoso fingía que desconocidos habían intentado entrar a robar en la finca por las noches para justificar su empleo, que estaba a punto de perder. En esas fechas, Andrés R.G. estaba ya muy mal considerado por el personal de confianza de Can Pol·lònia. Su falta de profesionalidad y su comportamiento no habían pasado inadvertidos por el ama de llaves, Catalina Frontera Hidalgo, de 52 años y vecina de Santa Maria, y la administradora del chalé. Al parecer, el jardinero consumía pornografía durante su jornada laboral y traía a prostitutas de noche al chalé. Poco después, fue despedido.

Según recuerdan los allegados a la víctima, en varias ocasiones habían aparecido las persianas de la exclusiva vivienda forzadas. Ante esta situación, la responsable de la finca hizo saber al personal que había alertado a la Guardia Civil para que investigara los intentos de robo y que tomara las huellas. Acto seguido, vieron a Andrés R.G. cómo se afanaba en limpiar con agua y jabón todas las ventanas. Todo hacía indicar que el asesino confeso estaba detrás de estos hechos.

Enemistad manifiesta

El antiguo trabajador, tras ser arrestado por el crimen, confesó que fue él quien mató con una catana a Catalina Frontera. El detenido tampoco ocultó su enemistad con la gobernanta. Detalló que ella "le infló la cabeza" para que pidiera un aumento de sueldo, ya que le decía que cobraba poco. Así, cuando solicitó que le subieran el salario, le echaron. El hombre culpaba a la mujer de su despido. Según indicó, ella hablaba mal de él y decía que robaba cosas del chalé. Al no aceptar esta situación, Andrés empezó a amenazar y perseguir a Catalina.

Durante su confesión, el sospechoso relató que el pasado miércoles a primeras horas de la mañana se escondió detrás de una cisterna y esperó a que el ama de llaves llegara al chalé. Al abrir la puerta de la casa, sin mediar palabra, la atacó por la espalda con una catana que llevaba y que luego arrojó al mar en la bahía de Alcúdia.

La Guardia Civil tiene previsto continuar con la búsqueda de la espada japonesa en la zona del Pont dels Anglesos. Los agentes creen que el asesino utilizó dos armas para cometer el crimen: la catana y un cuchillo de cocina con el que remató a la víctima.

Los investigadores, tras realizar una detenida inspección ocular en la vivienda propiedad de una acaudalada pareja suiza, intervinieron una hoja doblada y despuntada con restos de sangre en la puerta de entrada de la casa y también un tapón, que luego resultó ser una pieza de la funda de la catana. La Guardia Civil sospecha que Andrés R.G. apuñaló a la víctima primero con la espada japonesa y luego también con un cuchillo de cocina.