"Hubo un fuerte ruido y un relámpago de luz. Comenzamos a descender y descender durante unos pocos segundos y el aparato bailaba en el aire mientras el piloto trataba de hacerse con el control. Hubo algunos gritos, pero no pánico. La azafata nos dijo que estábamos atravesando una pequeña tormenta, pero yo sabía que no era cierto. Vi con mis propios ojos que faltaba un trozo de ala". El relato es de uno de los cien ocupantes del avión Coronado de la compañía Spantax que el 6 de marzo de 1973 colisionó en el aire con un CC-9 de Iberia. Los pasajeros del Coronado fueron afortunados. Todos salieron ilesos después de que el comandante realizase un aterrizaje de emergencia en un aeródromo militar, en una muestra de pericia que ha pasado a los anales de la aviación comercial. La cruz de la moneda estuvo en el DC-9, que explotó en el aire tras el impacto. Murieron sus 68 ocupantes, entre los que había doce mallorquines, algunos destacados respresentantes del sector turístico de la isla.

Eran las 13,55 del 6 de marzo de 1973. El cielo de Nantes estaba nublado. Los controladores aéreos franceses mantenían una larga huelga, y el ministro de Transportes había puesto en manos de militares el control del espacio aéreo francés. Esta circunstancia resultó decisiva en el accidente.

Los dos aviones se dirigían a Londres. El Coronado de Spantax había salido de Madrid y el DC-9 de Iberia desde Palma. A bordo viajaban numerosos turistas británicos que regresaban a su país, pero también un grupo de españoles, doce de ellos mallorquines.

Entre las víctimas estaban Ernesto March, gerente del Fomento del Turismo de Mallorca, y Bartolomé Buadas, presidente del comité de relaciones públicas de Fomento del Turismo y consejero del Hotel Formentor. Ambos iban juntos a Londres para preparar un próximo congreso de la asociación de agencias de viajes y touroperadores británicos, ABTA. También perdió la vida Domingo Murano, director general de la compañía Air Spain; el matrimonio Parra-Balaguer, residentes en Inglaterra y que regresaban con su hija de pocos meses tras asistir al bautizo de un sobrino; y Lorenzó Marqués, industrial del calzado de Inca se disponía a participar en una exposición de zapatos.

La noticia de la catástrofe provocó una enorme conmoción en Mallorca, y alcanzó de lleno al Fomento del Turismo, que perdió a dos de sus más destacados directivos.

La polémica siguió con la investigación del siniestro, ya que desde un principio se planteó como un factor decisivo la huelga de los controladores y su sustitución por militares. Según explicaría años después el copiloto del Spantax a El País, habían llegado al espacio de Nantes antes de la hora prevista, por lo que comunicaron a los controladores su deseo de quedar a la espera. Pero los controladores militares no entendieron la jerga utilizada en aviación civil. Ante la falta de entendimiento y de instrucciones, el comandante decidió virar para ralentizar la velocidad. Fue entonces cuando se produjo el impacto.

El litigio por el siniestro se prolongó durante casi una década, hasta que finalmente la justicia francesa declaró que el control aéreo de la zona era totalmente responsable y que había cometido una sucesion de faltas graves.