Pocos vecinos habían reparado en la presencia de J.M.M. Para ellos era "un joven solitario" y "un poco perdido", sin llegar a imaginar que la policía le seguía de muy cerca porque planeaba, con 140 kilos de explosivos, atentar en la Universitat de les Illes Balears.

El joven, que vivía de los juegos al azar online y cuyo comportamiento ha sido definido por la Policía como "antisocial", no levantó las sospechas de sus vecinos de hacia a penas dos meses, ya que se había independizado de casa de sus padres recientemente. Sin embargo, hace ya tres semanas que la Policía vigilaba cada día discretamente la casa en la que el joven urdía el plan terrorista con el que quería sembrar de bombas el campus de la UIB para imitar a los asesinos de la masacre del instituto de Columbine, en EEUU.

Sólo algún vecino suspicaz sospechaba del coche apostado cerca de la callejuela donde vivía el detenido y sólo el camarero de un bar cercano al domicilio del detenido sabía que aquellos tres hombres y una mujer que cada mañana y cada tarde se sentaban en su terraza, en la Plaza Quartera, eran agentes de la Policía.

"Me dijeron que no le contara nada a nadie, ni a mi jefe", ha explicado el camarero, que ayer siguió con curiosidad el discreto despliegue de una decena de agentes especializados que en torno a las 10.30 horas llegaron a la plaza con dos furgonetas para detener a J.M.M. y llevarse el material con el que quería cometer una masacre entre los universitarios a los que odiaba.

"Cuando acabaron, los que yo conocía se sentaron aquí -ha relatado señalando las mesas de su terraza-, se tomaron algo y luego se fueron".

El despliegue policial, "gente con guantes que subían y bajaban con cajas y aparatos", impresionó al vecino más próximo del detenido, un joven que compartía portal con el presunto terrorista frustrado y que siempre le vio solo.

"Ayer, sobre las diez menos cuarto, me crucé con él en la puerta", ha indicado el vecino, que en sus pocas conversaciones con J.M.M no pasó de que éste se identificara como mallorquín, aunque en una ocasión, en un arranque de locuacidad, le explicó que había disfrutado mucho en una famosa discoteca.

En este rincón del casco histórico de Palma, enclavado en una maraña de calles milenarias que fueron barrio chino y que desde hace años están en boga gracias a rehabilitaciones y bares de moda, hay una peluquería en la que pueden dar más detalles sobre el esquivo joven que cualquiera de sus vecinos.

El peluquero, que anteayer mismo le cortó el cabello y vio como un día después J.M.M subía detenido a un furgón policial, ha explicado que "no decía mucho" cuando le atendía en su establecimiento.

"Caminaba con la cabeza baja, estaba en su mundo", ha recalcado el peluquero, quien sabía que se llamaba J.M.M pero no conocía sus apellidos, pues se negó a dárselos cuando se los solicitó para abrirle una ficha de cliente.

El deambular de decenas de cámaras de televisión, fotógrafos y redactores por la calle Can Gotleu y sus alrededores ha despertado la curiosidad de los vecinos y trabajadores de locales de la zona por un chico que a la gran mayoría les había pasado desapercibido.

Algunos, en corrillos, intentaban unir recuerdos para identificar al joven huraño que ha conseguido celebridad gracias a un impactante plan criminal, pero J.M.M., que no quiso privarse de comunicar al mundo su desvarío, solo había llamado la atención de la Policía.