La desaparición de Leandro, el adolescente autista al que se buscaba desde el pasado jueves, acabó ayer a mediodía. Lo hizo de manera feliz y a unos 30 kilómetros del lugar en el que, 68 horas antes, había sido visto por última vez. El menor apareció en la playa de s´Estallela, junto al club náutico de s´Estanyol de Llucmajor. Estaba deshidratado, tenía rasguños en brazos y piernas, vestía solo un pantalón y no llevaba encima el teléfono móvil que tanto parecía guiar a quienes le buscaban. Flavia, su madre, respiraba aliviada y emocionada por la tarde a las puertas de Son Llàtzer, donde los médicos sometieron a su hijo a un exhaustivo reconocimiento médico: "Dentro de lo que cabe está bien, aunque aturdido y callado. Necesitará tiempo", explicaba con la mirada empañada.

Los encargados del operativo de búsqueda decidieron ayer por la mañana llevar a cabo el rastreo de manera mucho más discreta. Sabían, por las informaciones de varios ciudadanos, que el adolescente se encontraba por la costa de Llucmajor. Parecía asustado y al menor intento de acercamiento ponía tierra de por medio. Un testigo aseguró haberlo visto hacia las nueve y media de la mañana en la carretera de Cap Blanc y poco después se tuvo la certeza de que Leandro estaba en la playa de s´Estalella, cerca del Club Náutico de s´Estanyol de Llucmajor. La Guardia Civil cerró el acceso a la zona y, con la ayuda de los Bombers de Mallorca y la Policía Local, trató de conseguir que Leandro saliera de su escondite.

Para entonces habían desechado ya el seguimiento de la señal de su teléfono móvil. Esta pista, que durante dos días había sido un pilar en los trabajos de búsqueda, se consideraba ya "poco fiable", sobre todo después de que durante la madrugada de ayer el aparato estuviera localizado en las zonas del Paseo Marítimo y Gomila, en Palma.

La resolución del caso se precipitó poco antes de la una de la tarde, cuando el adolescente fue visto en la playa. Un agente logró darle alcance y atraparlo, ya que Leandro, asustado, intentó de nuevo salir corriendo. Fue el punto final a 68 horas de angustia e incertidumbre que acabaron con un abrazo de su madre.

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