El pasado miércoles se llevó a cabo en la incineradora de Son Reus la quema de más de una tonelada de droga intervenida por los cuerpos policiales durante los últimos meses. Un acto que se repite periódicamente de una forma casi calcada, con el delegado del Gobierno echando un vistazo a las enormes bolsas a punto de ser destruidas, mensajes de satisfacción por haber logrado sacarla de la calle y las fotos de rigor. En esta clase de eventos cualquier novedad es bienvenida, de manera que cuando apareció el coronel Basilio Sánchez, jefe de la Guardia Civil de las islas, luciendo el moderno uniforme que acaba de estrenar el cuerpo, fue casi inevitable que acaparara la atención. Y hay que admitir que tiene buena percha.

contentos con el cambio

Los cambios siempre cuestan, y al principio choca un poco ver a los guardias vestidos con polo y gorra de béisbol. Pero una pequeña encuesta realizada entre quienes lo llevan –sin ninguna validez científica, todo hay que decirlo– revela que están bastante satisfechos con la novedad. De entrada, el antiguo uniforme se había quedado ya muy desfasado. Los guardias destacan la comodidad de las prendas de algodón –un polo de manga corta en verano y otro de manga larga en invierno con distintos tonos de verde–, mucho más adecuadas para el trabajo operativo. El cambio de uniforme para los más de 80.000 guardias que hay en toda España es una operación muy complicada, que se ha tenido que realizar por fases. Así que durante unos meses todavía veremos convivir a guardias con los dos uniformes. Y en cualquier caso, en los actos institucionales y los servicios no operativos se mantendrá el uniforme tradicional, con el tricornio, que sigue siendo un símbolo de identidad.

cosecha verde

Seguimos en clave verde, aunque en este caso se trata del color paliducho de las plantas de marihuana que proliferan como setas en fincas, jardines y macetas de Mallorca. Es época de cosecha, y la Policía y Guardia Civil llevan un par de semanas interviniendo el producto de numerosas plantaciones, algunas más improvisadas y otras de auténticos profesionales. Y en algunos casos, son las plantas las que van directamente a los policías. Una de esas escenas que parecen sacadas de una película de Cheech&Chong ocurrió hace unos días en Calvià. Unas patrullas que hacían un control en Peguera dan el alto al coche de una pareja. Cuando el agente se acerca a la ventanilla, le golpea una vaharada a marihuana que casi le tumba. Así que revisan el maletero y encuentran cuatro bolsas de basura de tamaño industrial llenas de plantas, con las hojas asomando por fuera. Pero fue mejor aún lo que pasó en Maó. Allí una pareja de la Guardia Civil sorprendió a dos chicos que iban en un ciclomotor con una planta ¡de dos metros de altura! Al verse sorprendidos, los sufridos horticultores intentaron arrojar la plantita por encima de una tapia, pero no lo lograron. Los dos chicos, de 18 y 21 años, acabaron detenidos.

sorpresas en la madrugada

El pasado 20 de septiembre la Policía de Palma culminó la investigación del asesinato de José Alameda con la detención de ocho personas. Los agentes irrumpieron en el domicilio de uno de los sospechosos antes del amanecer, cuando aún dormía. Allí llevaron a cabo un registro con autorización judicial no apto para cardiacos. Primero, mientras examinaban un altillo, cayó al suelo una pistola que había allí escondida. Por suerte no estaba cargada. Durante el registro descubrieron que un grueso diccionario, al que habían practicado un agujero en las páginas, ocultaba una bolsa con 80 gramos de cocaína. Y de repente se oyó una voz carrasposa que no se sabía muy bien de dónde venía: "¡Amigo! ¡Amigooooo!". Fue entonces cuando retiraron el trapo que cubría la jaula del loro.

perlas ante el tribunal

El juicio contra los presuntos miembros de un clan de narcotraficantes de La Soledad estuvo salpicado de perlas. Uno de los acusados, cuando le interrogan, niega que se dedique a traficar con droga y explica que él se gana la vida como vendedor ambulante de refrescos y fruta en la playa, con lo que se saca unos cien euros al día. Desde luego, con esos ingresos, quién se va a meter a narcotraficante. Y añade: "Yo no me dedico a vender droga, yo me dedico a consumirla".

Otro de los acusados admite que en el domicilio de su pareja había siete gramos de hachís y una pequeña cantidad de cocaína, pero insiste en que era para consumo propio. "Era para ir a una boda", concluye.

Y un tercer acusado, que estuvo somnoliento durante toda la vista oral, parecía haberse olvidado de algo. Cuando fue interrogado por el fiscal, negó que se dedicara a traficar con droga. Dijo que vivía de la venta ambulante de ropa en los mercados y que las rejas que protegían las entradas de su casa eran para disuadir a los ladrones. Sin embargo, poco después, y ante las insistentes preguntas de su abogado, pareció recordar algo: "Ah, sí. Puede que sí, que en aquella época de 2007 vendía cocaína".