María LR.Q. no pudo superar las graves lesiones que sufrió el pasado domingo después de estrellarse con un paracaídas en la Playa de Palma. La turista portuguesa, de 54 años, falleció ayer después de pasar cuatro días en estado crítico ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de Son Espases.

Nada más tener conocimiento del fallecimiento, la familia accedió a donar todos los órganos de la madre. El hospital Son Espases activó el protocolo establecido para las donaciones y lo puso en conocimiento del Juzgado de Instrucción número 8 de Palma, que ayer se encontraba en funciones de guardia.

Tras el violento impacto, la víctima sufrió un fuerte traumatismo craneoencefálico y sangraba abundantemente por la cabeza. La mujer quedó tendida inerte en el Balneario 5 después de ser arrastrada por una fuerte racha de viento.

Su hija de 19 años, enganchada también al mismo arnés, corrió algo más de suerte. La joven también sufrió numerosos traumatismos y una grave lesión medular, que podría derivar en una paraplejia. No obstante, experimentó una mejoría que permitió que fuera trasladada a planta desde la UCI de Son Espases.

El padre ya tuvo malos presagios el martes después de visitar a su esposa y a su hija en la UCI de Son Espases. En declaraciones a DIARIO de MALLORCA, el progenitor se mostró abatido por el estado de su esposa y algo más esperanzado por la mejoría que estaba experimentando su hija, pese a la gravedad.

La familia portuguesa —natural de la localidad de Monte Abrao, en Queluz, próxima a Lisboa— llegó el pasado día 1 a Mallorca para pasar una semana de vacaciones en la isla. El día 8 tenían previsto regresar a su país.

Las vacaciones se tornaron en tragedia por culpa de una repentina racha de viento. Dos masas de aires contrapuestas —una muy fría y otra muy caliente— se encontraron y provocaron que se registrara un súbito vendaval.

Madre e hija iban suspendidas de un paracaídas mientras iban enganchadas con un arnés a una motora. El fuerte viento provocó que la cuerda que les sujetaba alcanzara un importante nivel de tensión. Al percatarse del cambio, el piloto aminoró la marcha para tratar de que el paracaídas perdiera altura. La maniobra no surtió efecto.

La cuerda se rompió y los dos mujeres quedaron suspendidas en el aire en mitad de un vendaval. En primera instancia, las dos mujeres chocaron contra unos bañistas, aunque el impacto más violento fue contra una palmera y, por último, contra el suelo.

A principios de temporada, la Guardia Civil revisó toda la documentación de la empresa del paracaídas y comprobó que tenía todo en regla para ejercer la actividad. Habían suscrito una póliza de un seguro de responsabilidad civil y contaban con los tres permisos obligatorios: el de Capitanía Marítima, el de Costas y el de la Conselleria.

La Policía Nacional, por su parte, requisó todos los elementos utilizados en el momento del accidente: paracaídas, arneses y cuerdas. Los investigadores no detectaron nada irregular. El único problema con el que se han topado es la ausencia de una normativa que regule el grosor de la cuerda y el tamaño y la velocidad del winche (torno) para recogerla.