El minucioso análisis del vídeo detectado en Internet en el que aparecían las agresiones sexuales a cuatro menores ofreció a la Policía varias pistas que les condujeron a Mallorca. Unos datos que revelaban unas vacaciones en la isla, una gorra con el logotipo de un establecimiento comercial de Mallorca (cuya inscripción empezaba con la palabra Ca´n) y el camarote de un barco se convirtieron en las claves del caso. Los agentes peinaron los puertos deportivos en busca de la nave y rastrearon los colegios de la isla para localizar a las víctimas. El tatuaje del acusado fue otra prueba fundamental. A través de Internet y las redes sociales, se supo el centro educativo donde los menores estaban escolarizados. Poco después, se localizó a la madre de dos de los niños, quien reconoció a sus hijos y también a su expareja en las imágenes que le mostró la Policía.