"Lo peor es que era un siniestro de andar por casa". Han pasado seis meses desde la muerte del bombero Alejandro Ribas Millán, de 34 años, envenenado por la inhalación de humo tóxico cuando participaba en la extinción de un incendio de la calle Andreu Feliu, en Palma, pero muchos de sus compañeros no han digerido la indignación, y la falta de un informe final sobre el caso no ayuda a apaciguar los ánimos. Un cúmulo de carencias materiales, incumplimientos del protocolo y fallos humanos rodearon la primera muerte de un bombero de Palma en acto de servicio. Una muerte que se podría haber evitado.

Compañeros de Álex Ribas han recopilado todas las deficiencias en las actuaciones registradas durante la extinción del incendio en el interior del bar Jamón Jamón, en el número 14 de la calle Andreu Feliu, en la tarde del pasado 6 de agosto. Esta mezcla de carencia de medios y errores humanos han aparecido durante la investigación interna realizada por el propio cuerpo de Bombers, a partir de los registros del 112 y las declaraciones de todos los bomberos que estuvieron presentes aquel día. Una investigación que, seis meses después, todavía no se ha plasmado en un informe oficial.

Los fallos aparecen desde el origen, cuando se envió a un equipo de cinco bomberos, un cabo y un sargento a apagar el fuego en el bar. Era un bombero menos de los que marca el protocolo de actuación en este caso de siniestros.

Sin intercomunicadores

Dos de los bomberos que entraron en un primer momento en el local, entre ellos Álex Ribas, no tenían "hemicraneal", como se denomina al intercomunicador instalado en el casco que permite hablar llevando el Equipo de Respiración Autónoma (ERA). Álex tenía el suyo estropeado desde hacía meses, pero no se lo habían repuesto. Otro de los bomberos, que había entrado en el cuerpo ocho meses antes, nunca lo había tenido. Los "hemicraneales" que se estropeaban no se reponían, a la espera de que todos los viejos aparatos analógicos fueran sustituidos por los nuevos, de tecnología digital. Así que era normal que de los quince bomberos que suele haber de guardia en cada turno hubiera varios que no tuvieran intercomunicadores. Y ello pese a que en el parque nuevo había decenas de equipos digitales guardados en cajas. Tras la muerte de Álex se dio instrucciones de adaptarlos y suministrarlos a quienes no tuvieran. El adaptador cuesta unos ocho euros.

Cuando durante las primeras inspecciones el cabo al mando del grupo descubrió que el fuego se propagaba por el falso techo, ordenó por radio a todos que salieran de inmediato. Los dos que no llevaban intercomunicador no podían oírle, pero el resto tampoco, porque lo hizo por un canal distinto al que llevaba el resto del equipo. Varios de los bomberos quedaron en el interior del local, desorientados en medio de la densa humareda.

En las declaraciones que se hicieron tras el siniestro, el cabo manifestó que cuando salió al exterior informó al sargento al mando sobre el hecho de que el fuego estaba en el falso techo. El sargento dijo que no tuvo constancia en ningún fomento de esta circunstancia.

Este fallo en la comunicación fue crucial, porque influyó en la decisión de poner en marcha el aparato de ventilación en una de las entradas, lo que avivó las llamas e hizo que lo que había comenzado como un incendio de baja intensidad se descontrolara. Las llamas se extendieron y una enorme columna de humo negro salió a la calle. Todo ello mientras varios de los bomberos permanecían aislados en el interior del local. Álex Ribas falleció por la inhalación de gas y otros dos bomberos resultaron heridos.