La psicóloga Beatriz Benavente (Buenos Aires, 1977) lucha desde hace años contra los abusos sexuales a menores. Desde su experiencia en la asociación RANA, afirma que las cifras oficiales son solo la punta del iceberg, que cientos de menores sufren en silencio durante años sin atreverse a airear lo que les está pasando y que un tratamiento adecuado puede sanar las heridas que no sen ven.

—¿Por qué la mayoría de niños abusados tardan años en contarlo?

—Solo una de cada diez víctimas lo dice en el momento, por lo que nueve sufren en silencio y quizá nunca lo cuenten. Es frecuente que el abusador ejerza un poder sobre la víctima y la mantenga en silencio diciendo que es un secreto. Incluso le hacen responsable y el niño cree que ha sido él quien ha permitido o provocado la situación. Hablar les da miedo y vergüenza, lo que les lleva al silencio.

—¿Cómo deben actuar los padres que sospechan que su hijo sufre abusos?

—Si se descubre una herida, se debe acudir enseguida al hospital para que un médico forense examine al niño, porque en 72 horas puede perderse esos rastros.

—Pero los abusos no siempre dejan un rastro físico.

—Hay una serie de indicadores, como juegos, dibujos o vocabulario sexualizados, impropios de la edad del niño, o conductas regresivas, como volver a orinarse en la cama, chuparse el dedo... Son cambios repentinos en la conducta que nos indican que algo está pasando. Lo importante es fomentar la buena comunicación entre adultos y menores para que puedan expresar cualquier problema, por pequeño que sea, para crear un vínculo de confianza. Esto nos permitirá detectar cuando algo va mal.

—Las denuncias por abusos a menores se han incrementado este año un 60 por ciento en Mallorca. ¿Hay más casos o solo es que se denuncia más?

—Se debe a un incremento en la detección. La sociedad está más sensibilizada ante los abusos o la violencia de género, que antes no se denunciaba. No es que haya más, es que se tolera menos. Hoy por hoy, estamos más concienciados de que hay que respetar a los niños. Pero queda mucho por hacer.

—Hay más casos en Mallorca que en el resto de España?

—No tenemos esos datos, pero un estudio del ayuntamiento de Palma evidenció hace dos años que estaba a la cabeza. Cuantos más casos se detecten, mejor están funcionando los protocolos. Las estadísticas de 1994 dicen que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños podrían ser víctimas de abusos. Pero son datos de prevalencia; se estudian los casos de años atrás. Saber la incidencia a día de hoy es muy difícil. Hay que tener en cuenta que solo se conoce entre el 10 y el 20 por ciento de los casos.

—Parece que ningún niño está a salvo.

—Los abusos ocurren en todos los estratos sociales y culturas. No se puede tener la certeza de que en tu familia no va a ocurrir, porque en cualquiera puede darse un caso. No pasa solo en familias desestructuradas o de entornos marginales. Si no tenemos conciencia de que esto existe, no lo veremos. Cuando no sabíamos que existían las anginas no podían diagnosticarse. A nuestra asociación han venido madres con casos que para los expertos son de libro, pero ellas seguían preguntándose como había podido pasar en su entorno.

—Debe de ser muy difícil asumir que tu hijo ha sufrido abusos.

—En muchas ocasiones genera culpa a los padres. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las veces los abusadores son gente cercana, como hermanos o padres... Es una dificultad añadida que hace que cueste detectar o incluso se niegue lo que está pasando.

—¿Llegan a cicatrizar las heridas en un niño abusado?

—Cada persona reacciona de forma diferente ante un hecho traumático. Generalmente, los abusos dejan secuelas en la vida adulta, como problemas de sueño, síndrome de estrés postraumático, ansiedad, miedo, fobias, trastornos alimenticios, abusos de alcohol y drogas, depresión, prostitución, promiscuidad, problemas para establecer relaciones de pareja... Pero sí cicatrizan con una adecuada atención. Con el apoyo de la familia y una atención psicológica y en un entorno que le apoya, las secuelas serán minimizadas. Sin este apoyo es más difícil, pero puede superarse de adulto.

—¿Cuesta más superar el trauma si se tarda demasiado en contarlo?

—Sí, cuesta más, aunque el ser humano tiene la capacidad de reelaborar los sucesos traumáticos. Depende de la capacidad de cada uno de afrontarlo. Hay quien lo convierte en una lucha para evitar que le ocurra a más niños, o incluso artistas que han elaborado lo que les ocurrió y lo han transformado en arte.

—¿Porqué la inmensa mayoría de los abusadores son hombres?

—El 86 por ciento de los abusadores son hombres. No pueden controlar sus impulsos porque han tenido falta de educación de sexualidad, carencias afectivas en la infancia... Son algunas de las razones que lo explican, aunque también podrían darse en una mujer. Es una cuestión social, al hombre siempre se le ha ubicado en el lugar de virilidad, de las sexualidad, de la violencia... Es similar a la violencia de género, la educación habla del más fuerte, se premia al bravo, al machote. En muchas ocasiones, los abusadores habían sufrido frustraciones sexuales con adultos que no tuvieron con un menor.

—¿Es un mito que un niño abusado será un abusador?

—No podemos generalizar. No es cierto que una persona que ha sufrido abusos vaya a ser automáticamente abusadora, aunque haber sido víctima es un factor de riesgo.

—¿Dónde encuadra la psicología a los abusadores? ¿Son enfermos mentales?

—No es una enfermedad mental. Mucha gente lo confunde porque no cabe en la conciencia que alguien pueda hacer algo así. Es un trastorno del comportamiento. La mayoría de los casos son personas socialmente adaptadas, que tienen trabajo, familia, hijos... No hay un perfil único, como tampoco lo hay del maltratador.

—¿Son reinsertables?

—Faltan estudios y tiempo para corroborarlo. Hay pocos programas de tratamiento para agresores sexuales y no sabemos si funcionan porque hay que esperar unos años para ver si se reincide. Debería hacerse un tratamiento a todos los agresores sexuales, porque meter a alguien en la cárcel sin más no sirve de nada.

—¿Es blanda la ley con estos delitos?

—Sí, deberían endurecerse las penas respecto a los abusos. Pero también se debería invertir más en programas de tratamiento a agresores. Es uno de los delitos con mayor índice de reincidencia. —Internet se ha convertido en un filón para los abusadores. ¿Hace falta más regulación?

—La ley va por detrás. En RANA aconsejamos a los padres que instalen en los ordenadores programas de control y hacemos mucho hincapié en hablar con los hijos sobre los riesgos de navegar, chatear con desconocidos o colgar fotos. El ordenador debe estar en un lugar común, donde puedan ver qué está mirando su hijo. Internet es una herramienta fantástica pero, hace falta más control.

Red de Apoyo a Niños Abusados www.asociacionrana.org

Teléfono 971 42 58 00