A las siete menos cuarto de la mañana, hace hoy una semana, el tren enfiló la última curva antes de entrar en la estación de Sineu. "Noté un golpe seco, muy fuerte", recuerda Joan Bibiloni, el revisor que iba en la cabina del convoy junto al maquinista. "No vimos nada en las vías, por eso no pudimos apretar el botón de frenada de emergencia", cuenta desde su cama de la Mutua Balear, todavía convaleciente y con 21 grapas en su espalda que recuerdan la operación a la que fue sometido tras el accidente ferroviario.

Bibiloni, de 39 años, dice que sus recuerdos son "borrosos", pero fuerza la memoria para desentrañar los momentos previos al choque del tren con el muro de hormigón. "Era el último sitio en el que esperábamos tener un accidente", dice este trabajador, que asegura que "normalmente, las vías están bien". "Los revisores siempre vamos atentos para detectar posibles peligros como un pino que después de un temporal amenaza con caer sobre las vías. Pero allí no nos imaginábamos que pudiera ocurrir algo así".

Faltaban unos 300 metros para que el convoy, que cubría la ruta entre Manacor y Palma, llegase a la estación de Sineu cuando se detuvo de forma brusca. "Yo estaba en la cabina con Amador, el maquinista. No vimos nada en las vías, por lo que ninguno de los dos pudo apretar el botón que, en caso de emergencia, frena el tren", recuerda el revisor, con muecas de dolor en el rostro conforme avanza su relato.

"No pudimos agarrarnos"

"De repente, noté un golpe seco y muy fuerte. Salimos despedidos porque ni siquiera tuvimos tiempo de agarrarnos", asegura la víctima. Aunque él mismo fue uno de los primeros en alertar a los servicios de emergencias de lo ocurrido y explicar el estado de su compañero, Bibiloni explica que el siguiente recuerdo que tiene es ya en el hospital. "A partir de ahí, no me acuerdo de casi nada, todo es como una película en nebulosa. Lo único que me viene a la cabeza es alguien diciéndome que me iba a poner un collarín".

Este revisor fue, junto al maquinista, una de los 30 personas que resultaron heridas en el accidente, provocado por un muro de hormigón que durante la madrugada cayó sobre las vías. "Si hubiera sido un coche, como me ocurrió a mi una vez, lo hubiéramos arrastrado y el tren no habría descarrilado. Pero el hormigón no se movió", explica.

El futuro de este revisor de Serveis Ferroviaris está, por el momento, lejos de las vías. Sufrió un traumatismo torácico y lesiones en varias vértebras, por lo que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente el día después del siniestro. "Llevo 21 grapas en la espalda y todavía no he podido levantarme", cuenta. Aún no sabe cuándo podrá volver a casa, pero sí que deberá afrontar una larga rehabilitación.

Mientras tanto, el maquinista, Amador Ferriol, de 59 años, seguía ayer en estado muy grave en la UCI de Son Dureta. Los médicos no han detectado en él ninguna evolución. En el hospital de Inca permanece ingresado un joven de 25 años que sufrió fracturas en cuatro costillas, mientras el único herido que estaba hospitalizado en Manacor recibió el alta ayer mismo.