Parecía la solución ideal para tiempos de crisis. Trabajo bien remunerado en un emirato árabe lleno de petrodólares. Pero la realidad fue muy diferente. Tres mallorquines estuvieron tres meses, trabajando en precarias condiciones de seguridad y en jornadas de hasta quince horas sin llegar a cobrar, y cuando reclamaron los salarios prometidos fueron obligados a abandonar el país bajo amenazas y a dejar allí sus propias maquinarias de pintado industrial, valoradas en más de 15.000 euros. Y todavía tuvieron suerte. Unos compañeros murcianos que habían trabajado con ellos fueron denunciados por el empresario y pasaron dos días en la cárcel.

Antonio Castillejo Castro es un pintor profesional de 48 años, cordobés de origen pero residente en Palma. Trabajaba como autónomo y, hace unos meses, vio un cartel en un almacén de productos de pintura industrial. Era de otro compañero de oficio, al que le habían ofrecido la posibilidad de realizar trabajos de pintura en edificios en construcción en el emirato de Qatar, en el Golfo Pérsico. El único requisito es que tuvieran máquinas y equipo propio y que se supieran defender en cualquier gama de pintura.

"Aquí la situación laboral estaba muy mal y yo tenía deudas con los bancos", recuerda Castillejo. "Nos enviaron un correo electrónico desde Qatar con fotos de los edificios que teníamos que pintar por dentro. Parecían rascacielos lujosos. Nos ofrecían sueldos de entre 4.000 y 6.000 euros al mes y nos metieron prisa para que nos decidiéramos. Así que nos fuimos para allá. Nos pagamos de nuestro bolsillo los billetes, más de 1.000 euros cada uno, y enviamos nuestras máquinas a Qatar a través de Cartagena, de donde salía otro grupo de trabajadores". Salieron el 13 de junio. "El día de mi santo", recuerda Castillejo. "Pensé que era una buena señal".

Se equivocaba. "En cuanto nos presentamos allí vimos que los trabajos que había que hacer no tenían nada que ver con lo que nos habían enseñado", prosigue Castillejo. "Era como trabajar en la prehistoria, con andamios rotos, obras en ruinas y calles llenas de escombros. Teníamos que pintar barrios enteros en las afueras de Doha".

Los empresarios que les habían contratado se quedaron con sus pasaportes con la excusa de tramitar los visados, y ya no se los devolvieron. Les alojaron a todos en una casa y les hicieron trabajar jornadas de 14 y 15 horas. Les habían dicho que cobrarían los primeros salarios a los diez días, pero no hicieron más que darles largas. No llegaron a pagarles ni un euro. "Fue muy duro", cuenta el vecino de Palma. "No teníamos ni para comida y tuvimos que pedir dinero a la familia, nosotros que nos habíamos marchado porque la situación económica aquí era mala".

Los españoles aguantaron así más de dos meses, y cuando reclamaron sus salarios, se encontraron con que los empresarios les dicen que tenían que pagar por los trámites de visado. "Nos reclamaban 3.500 euros cada uno. Finalmente nos dijeron que nos fuéramos, que o nos íbamos enseguida o nos quedábamos allí para siempre. Nos intimidaron mostrándonos nuestros pasaportes, con unos sellos que ponía algo así como ´Rechazado´. Nos dicen que estábamos ilegalmente allí. Consiguieron asustarnos de verdad. A mí me llegaron a meter en un coche y me llevaron al desierto. Yo pensé que si me dejaban allí tirado no me encontrarían en la vida".

Finalmente volvieron, sin un duro en los bolsillos y sin sus maquinarias, aparatos de pintado industrial valorados entre 15.000 y 2000 euros". Después de tres meses trabajando casi como esclavos, se encontraron en peor situación que cuando se fueron.

Castillejo no oculta que se sintió muy desamparado en Qatar. "Fuimos a quejarnos a la embajada, pero nos dijeron que lo denunciáramos a la Policía. Pero ni siquiera teníamos nuestros pasaportes, nos daba miedo, nos tenían muy amedrentados"