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Con Cienca

Crowdsourcing

Crowdsourcing

El barbarismo del título —ni siquiera eso, porque recoge la palabra en inglés— se refiere a las informaciones recogidas en Internet gracias a la aportación de una cantidad ingente de colaboradores altruistas. Que Internet ha cambiado nuestras vidas es una evidencia difícil de negar. Pero la manera como lo está haciendo produce sorpresa. El mundo de los big data (otro barbarismo que se ha abierto paso ya) supone abrir un orden nuevo de conocimiento, anticipado por Noam Chomsky en unos años en los que la red de redes ni siquiera constituía un proyecto por medio de su "paradoja de Orwell", que como mejor se formula es por medio de una pregunta: ¿cómo es posible que a partir de datos cada vez más grandes, sepamos tan poco?

La paradoja de Orwell es una realidad ya. Internet sirve para muchas cosas pero no, desde luego, para obtener un conocimiento sólido consultando la Wikipedia o entrando en el buscador de Google. Lo que Chomsky intuía, ha llegado: los políticos, en particular aquellos interesados en ocultar algo, saben que la mejor forma de lograrlo consiste en aportar una multitud inmensa de supuestas informaciones que lo único que hacen es confundir, diluyendo cualquier aspecto significativo —y peligroso, por tanto— en una catarata de datos.

Pero resultaría injusto sostener que Internet equivale a ignorancia. Lo que sucede es que el conocimiento que genera el mundo de los big data es muy distinto al que estábamos acostumbrados a manejar. Un investigador recopilando información para un trabajo que lleve en manos podía acceder, con un esfuerzo ingente, a una cantidad de artículos publicados que se medía a lo sumo por centenares. Pero esa cifra se ha multiplicado hoy por un factor de cerca de un millón y medio. Un trabajo aparecido en la revista Science, cuyos autores son Joanna Kaplanis, investigadora del New York Genome Center, y sus colaboradores, lo pone de manifiesto. Kaplanis y colaboradores reunieron datos genéticos procedentes de 130 millones de usuarios de las páginas web que proporcionan datos genealógicos, como Ancestry o MyHeritage. Unos datos que alcanzaban centenares de miles de millones de perfiles genealógicos. De todo ese material, seleccionaron 86 millones de perfiles disponibles en la red de redes gracias al crowdsourcing desinteresado y, a partir de ellos, han construido el árbol genealógico común de ascendencia de nada menos que 13 millones de personas.

La utilidad del estudio de Kaplanis y colaboradores alcanza conclusiones interesantes sobre la esperanza de vida aunque, ¡ay!, pese a su escala enorme el estudio no es global: el crowdsourcing queda limitado a lo que aportan los países más avanzados (que suponen sólo un 15% de los habitantes del planeta). Pero las posibilidades de los big data quedan más que demostradas.

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