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Entrevista

Jorge Dezcallar: "España no está activa en el diseño de la Europa del futuro por el tema catalán"

El diplomático mallorquín lamenta que las energías del Gobierno flaqueen a causa del proceso independentista

Jorge Dezcallar (Palma, 1945). efe

¿Qué ha aprendido de todas estas historias?

Que lo esencial es la tolerancia. Y que, si viajas, el destino no es un lugar, sino una apertura mental hacia otras formas de hacer las cosas.

¿Cuál es la patria de un diplomático?

No quiero ponerme cursi, pero es verdad que la patria del diplomático es el mundo. En mi caso, creo que es precisamente la idea de Europa. Para mí, el trabajo del diplomático es contribuir a intentar hacer el mundo un poquito mejor. Cuando los diplomáticos fracasamos, es cuando se producen las crisis. Desde Perejil a la Guerra de Irak. Como diplomático, mi patria es la convivencia.

En España estamos teniendo muchos problemas de convivencia. ¿Cómo está viendo el Procés, en el que están entrando en juego otros países como Alemania o Bélgica?

Con profunda tristeza. Hay mucho loco por un lado y por otro que tira piedras sobre nuestro propio tejado. También pienso que en Alemania Puigdemont no existiría. Alemania no permitiría que ningún político fuera contra la Constitución. Me da mucha pena lo que está pasando porque afecta a la convivencia, no sólo entre los españoles sino entre los propios catalanes. Se está empobreciendo el país con la salida de empresas. Nadie ha reconocido esta independencia. No puedes hacer una independencia con el 50% de la opinión de la población. Eso es imposible. Y no es verdad que puedan seguir en Europa. No se puede seguir engañando a la gente. Creo que tampoco se puede dar una respuesta únicamente judicial a un problema que es político. Aquí nos falta política. La política la está haciendo un lado solamente. Es un tema que está debilitando a España en un momento que salimos de la crisis económica. Y es algo que puede tener efectos sobre nuestra recuperación.

¿Es un tema que nos debilita en Europa?

En este momento, en que Alemania y Francia están empezando a pensar sobre el futuro de Europa, un momento en que Reino Unido se ha ido, en que Italia está inmersa en sus propios problemas y en su ombliguismo, es esencial la aportación de España al diseño de esa Europa del futuro como cuarta economía de la eurozona que somos. Y sin embargo estamos ausentes porque las energías del Gobierno se están retrayendo por el tema catalán. Es un desastre. No creo en la independencia y pienso que algún día los que han llevado a Cataluña a esta situación tendrán que dar cuenta de ello.

En el libro también habla del falseamiento de la historia, algo aplicable a las noticias.

Es un grave problema. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad en ver cómo esto se puede controlar. Siempre ha habido noticias falsas en la historia. El problema de éstas es que se multiplican al potenciarse con la revolución informática y el uso de internet. Y luego está también el tema de la segmentación. Se cogen perfiles y se le envía a la gente la noticia que quiere oír o mediatizada de tal forma que se pueda influir en su voto. Es muy grave porque altera la esencia democrática.

¿Cómo está viendo la política de Trump?

Trump no tiene una política. Obama sí la tenía: el pulso a Rusia, el pivotaje hacia Asia, la repatriación de tropas de Oriente Medio. Tenía ideas. Este hombre lo que tiene son más bien prontos. La política de Trump es una consecuencia del populismo que conduce a una renuncia por parte de EE UU del liderazgo mundial. Y eso está teniendo influencia porque ese vacío lo están llenando Rusia y China. También creo que hemos pasado de un mundo mundilateral a otro multipolar.

¿Cómo cambia su profesión en este mundo multipolar?

De muchas maneras. El diplomático en este momento tiene menos libertad de acción. Cuando tienes una duda, ahora coges el teléfono y llamas al ministro y le preguntas directamente. Los ministros se ven todas las semanas. Cogen un avión y ya está. Se restringe la capacidad de acción de los diplomáticos. Pero siguen siendo necesarios. Porque sigue habiendo gente que tiene que tener el móvil del ministro X para poderle llamar a las 3 de la mañana con un problema grave y resolverlo, y tiene que estar en el país y conocer a los periodistas y a los diputados, y poder resolver problemas sobre el terreno. Aparte de eso, el trabajo de diplomático está cambiando mucho. Antes era un trabajo esencialmente político. Ahora tiene mucho que ver con el terrorismo, con apoyo a empresas y cooperación internacional.

¿Sigue siendo un club selecto de hombres?

Hoy día ya hay un 30% de mujeres en el servicio diplomático español. Está bien. Lo que pasa es que todavía hay menos embajadoras que embajadores por razones de edad. Es una profesión difícil para una mujer. En el sentido de que tiene que ir con la casa a cuestas, tiene que dejar el país y eso dificulta una vida de pareja, de relación, tener hijos.

En cuanto a nuestra política exterior, ¿todavía se nota que estuvimos aislados muchos años?

No. Eso fue algo que superamos durante la Transición. No fue solo el aislamiento franquista, que nos vino impuesto desde el exterior, antes había habido un aislamiento autoimpuesto desde la época de Felipe II, cuando se impidió que llegaran libros del extranjero o que estudiantes salieran y se contagiaran de ideas luteranas. La Transición la critican ahora algunos descerebrados porque no la conocieron y porque no se dan cuenta de lo que supuso en aquel momento. En la Transición se pactó y se cedió. A cambio de ello tuvimos 40 años de paz y de tranquilidad. Ojalá ahora fuéramos capaces de ceder para encontrar terrenos de entendimiento. Por ejemplo, con los catalanes. Yo iba a Bruselas todas las semanas cuando era el director general de Política Exterior y allí nos llamaban los prusianos del sur. Nos prepárabamos tanto las reuniones, lo hacíamos tan bien... Queríamos demostrar que no éramos diferentes. Lo más bonito que he hecho en mi vida fue trabajar durante esa Transición y haber devuelto a España al lugar que le corresponde.

Europa está en jaque por distintos problemas. El reciente ganador del Formentor de las Letras, Mircea Cartarescu, asegura que la única salvación para Europa es la cultura.

Más que la cultura diría que los valores. Europa somos una concepción del mundo y unos valores que durante 500 años han sido prevalentes, pero que en este momento empiezan a ser discutidos por gente que tiene otras culturas y otras civilizaciones. Europa debe ser fiel a sus valores y defenderlos. Europa está a punto de desaparecer por el desagüe salvo que seamos capaces de unirnos y hacer una política energética, exterior y de fronteras común. El futuro está en la integración progresiva. No está en Cataluña, créeme. No está en algo pequeñito sino en hacernos más grandes. Y nuestro nivel de vida y el trabajo de nuestros hijos depende de eso.

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