Supongo que haber nacido en Cabrales no es cualquier cosa. Sobre todo si esto ocurre en la década de 1950, cuando latía bajo la fina costra del siglo XX el saber y hacer del Neolítico. Esos cabraliegos deben de llevar la impronta de su nacimiento allá donde vayan, aunque el destino final sea una universidad de élite de EE UU. Así me imagino a José María Bruno Bárcena, profesor de microbiología en la State University de Carolina del Norte. Pronto aprendió que los microbios, como todo en la naturaleza, pueden ser nuestros aliados o nuestros enemigos. En Cabrales sabían cómo aprovecharlos para hacer el famoso queso. Y veía cómo los mayores, con esa sabiduría no escrita que es fruto de muchos siglos de convivencia con un medio hostil, de una selección de las prácticas más adecuadas de la misma manera que se seleccionan las especies más adaptadas, luchaban y acompañaban a la naturaleza para sobrevivir. En ella, supongo que pensaría el Dr. Bruno, debe de estar la respuesta al nuevo reto: el calentamiento global.

El gobierno de Zapatero apostó por las energías limpias y España llegó a ser líder mundial en ese campo. Pero entre los errores cometidos en el diseño de la política de apoyos, los obstáculos que grupos de interés y que quizá la tecnología no estuviera suficientemente madura, esta vía fracasó parcialmente. Una segunda estrategia de lucha contra el cambio climático auspiciada por ese Gobierno fue la captura del CO2. La idea es aprovechar las cuevas naturales o artificiales para inyectar CO2. La empresa tiene un coste enorme y no está exenta de riesgos. También fracasó.

Debemos reconocer que el desarrollo basado en la quema de combustibles fósiles será difícil de frenar, sobre todo en los países que están saliendo de la pobreza. Y aunque China en este momento genere un alto porcentaje de su energía mediante sistemas limpios y por tanto esté cerrando sus centrales térmicas, exporta este mineral, del que tiene unas enormes reservas, a otros países que aspiran a alcanzar tan pronto como ellos el desarrollo industrial. Lo mismo veremos que ocurre con la India.

Hay que desarrollar tecnologías de captura. La tierra contiene cinco depósitos de CO2: la atmósfera, que está cada vez más cargada; el océano, que debido al CO2 que absorbe se está volviendo ácido y posiblemente, además de la pesca masiva, sea responsable de la disminución de la fauna; las selvas tropicales, víctimas de la deforestación, y los fósiles subterráneos, que se están vaciando. Queda sólo el último depósito: el suelo.

Se dice que la deforestación comenzó en el Neolítico. Desde entonces la agricultura se hizo cada vez más agresiva. Al principio, sin tecnología, apenas se rompía la tierra, ahora prácticamente ignora que ésta es un sistema cuyo equilibrio queda destrozado con las técnicas agresivas de cultivo. Sin embargo, en ella, mantenida con cuidado puede estar una de las estrategias para superar el cambio climático. La nueva agricultura propone el abandono del arado profundo, de la remoción de los restos de los cultivos así como del uso de fertilizantes y pesticidas. Con unas buenas prácticas agrícolas se cree que se puede secuestrar hasta el 25% de las diez gigatoneladas de CO2 que se emiten al año. Porque un suelo sano contiene mil millones de microorganismos en una cucharada de café, seres que viven con dificultad en suelos muy removidos y cargados de fertilizantes y pesticidas. Ellos son los que hacen la labor de convertir el CO2 en oxígeno. Hay que encontrar el equilibrio entre producir suficientes alimentos y facilitar que la tierra cumpla su labor de capturar CO2.

El Dr. Bruno en su artículo nos dice que la captura de gases invernadero y su transformación en biofueles puede contribuir a frenar su efecto. Se ha concentrado en el butanol, un alcohol que no existe en la naturaleza y que desde hace tiempo se produce desde los vegetales. Tiene la ventaja de que se puede utilizar sin que haya que modificar los automóviles. Pero su producción es poco eficiente, tiene un coste alto además de competir con el uso de esos vegetales, maíz, soja, etcétera, para la alimentación. Como alternativa se está desarrollando un sistema para obtenerlo de las algas. La ventaja adicional es que con ello se baja el consumo de oxígeno en el agua, por tanto el eutrofismo, y se mejora el hábitat acuático. Para el primer problema la idea es encontrar, o fabricar mediante ingeniería genética, microorganismos eficientes. El grupo del Dr. Bruno trabaja con un clostridium, la especie que produce el tétanos o el botulismo, microbio muy abundante en el suelo. Y ha demostrado que su bacilo, (C. Beijerinckii) que sigue una vía metabólica singular para convertir el carbono inorgánico y el hidrogeno en butanol, es más eficiente que otras bacterias, incluido otros clostridium. En la búsqueda de aliados en la naturaleza puede estar una de las respuestas.