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Inteligencia silenciosa

Inteligencia silenciosa

Enrico Fermi, el gran físico estadounidense, lanzó en 1950 la paradoja que se conoce con su nombre. Siendo cien mil millones las galaxias observables, y muchas más aún las estrellas que cuentan con planetas parecidos a la Tierra, parece probable que haya vida allá fuera en el universo. Una parte de esa vida habría podido evolucionar hasta volverse inteligente y ponerse a buscar, como hacemos nosotros, un contacto con otras civilizaciones avanzadas. Pues bien, se preguntaba Fermi, ¿por qué no recibimos señal alguna de su presencia?

Existen numerosos programas de búsqueda de vida inteligente extraterrestre que se han ido impulsando desde la NASA por medio del Instituto SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence). Algunos siguen estrategias solidarias, como el SETI@Home, que busca y logra la cooperación de millones de computadoras privadas de todo el mundo actuando al unísono. Otros centros, como el Allen Telescopy Array del Laboratorio de Radioastronomía de la Universidad de California en Berkeley, explotan nuevas posibilidades técnicas al estilo de la multiplicación de antenas de pequeño tamaño para poder cubrir áreas más extensas de exploración. Todos ellos se plantean pronto o tarde la cuestión teórica enunciada por Fermi. Y las explicaciones para la falta de respuesta ante las señales que enviamos a los lugares que podrían albergar vida inteligente suelen incidir en la fragilidad de la vida. El rango de temperaturas y presiones en los que los seres vivos, tal y como los conocemos, escapan a la destrucción es muy pequeño por la necesidad de agua en estado líquido. Por añadidura, la radiación gamma que generan las continuas explosiones estelares termina con cualquier forma de vida existente que sea más compleja que los microbios. Menos de un 10% de los planetas observados cuenta con medios de protección —una atmósfera que haga de escudo— contra tales rayos.

La revista ´Science´ ha publicado en la sección electrónica de sus cartas diarias un comentario de Adam Mann, periodista científico californiano, acerca de la hipótesis lanzada por Alan Stern, astrofísico que dirigió la división de Ciencias del Espacio del Southwest Research Institute de la universidad de Colorado en Boulder. De acuerdo con el doctor Stern, las evidencias que existen en nuestro Sistema Solar apuntan a que los océanos son bastante comunes. Se encuentran, además de en nuestro planeta, en las lunas de Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Esos otros océanos son de hielo en su superficie —suponiendo una barrera útil contra los rayos gamma— pero a mayor profundidad las corrientes termales podrían aportar calor suficiente para que haya agua líquida y nutrientes capaces de servir de viveros para la vida. Siendo así, unos eventuales seres inteligentes evolucionados en tales entornos mirarían no al cielo del universo sino al cielo de sus hielos. Nuestras señales SETI no podrían llegarles.

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