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Crítica de cine

Aguanta, Marina

Una mujer fantástica

Intentaré, es difícil, desvelar lo mínimo del argumento. Una treintañera (Vega) sale con un divorciado bastante mayor que ella (Reyes). Una noche él fallece repentinamente. Ella le amaba; él aparentemente sentía un cariño recíproco. Ella desea asistir a las exequias. La exmujer y familiares del difunto se lo impiden con desprecio, acoso físico, psicológico y legal. La opción más fácil para Marina es pasar página rápido. Agachar la cabeza y caminito. Asumir que es una intrusa que se coló en el corralito de los ricos hasta que la suerte, la naturaleza, la cruda realidad de su sociedad, la han devuelto a su casilla de inicio. Ella se niega a que la traten como una paria. Sólo logra, parcialmente, el apoyo de un hermano del difunto (Gnecco, Neruda). Esta película se entiende mejor en clave local. Aunque en casi toda Europa el aborto y los derechos del colectivo LGTB están muy avanzados, en Chile sólo este año, gracias a la presidenta Bachelet, se han aprobado sendas leyes sobre interrupción del embarazo y matrimonio homosexual. Las pulsiones reaccionarias, clasismo, machismo, xenofobia, siguen muy arraigadas.

La película no es excepcional, es un docudrama más que correcto. Las actuaciones, ídem, destacando Adriana Vega en su difícil papel protagonista. Sebastian Lelio no tiene, es evidente, el talento de Pablo Larraín, pero recibe el padrinazgo de éste como productor. La película, repito, es una lanza a favor de los LGTB. ¿En España ocurriría algo parecido? Aunque llevemos ventaja en la aceptación de ese grupo, no es descartable del todo. Por eso la película es necesaria, además de bien rodada y narrada.

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