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Salud

Conflictos de intereses

El desarrollo de nuevos medicamentos ha de conjugar el interés científico del laboratorio, el económico de la farmaindustria y el sanitario de la sociedad

Las posibilidades de luchar contra las enfermedades que resultan de un error genético se encuentran con muchas dificultades. La primera es que todas las células del cuerpo tienen el mismo genoma, si bien no todas lo expresan igual. Esto es bien fácil de entender. Las células musculares expresan aquellos genes que las hacen así, tan diferentes en forma y función, por ejemplo, de las del intestino grueso. Por eso los errores genéticos que se adquieren por herencia sólo se muestran en aquellos órganos o funciones donde esos genes actúan. Con esa idea, hace cinco años se logró mejorar un tipo de defecto metabólico de las grasas que conducía a una patológica acumulación en el organismo. Infectaron, con virus modificados, células musculares que después introdujeron en los enfermos. Se logra reducir la grasa en sangre. Hay otras terapias con éxito, como la que trata los niños burbuja.

Pero donde más interés tiene la terapia génica es en el cáncer, enfermedad que afecta a un porcentaje alto de la población. Es un trastorno en su origen genético: una o varias células sufren una mutación que les da una ventaja sobre el resto, ventaja que se traduce en que viven más y se reproducen más. Al final, en esa lucha por la supervivencia, vencen a las otras, pero en su victoria llevan la propia muerte. La idea de reconducir esas células a la normalidad ha estado presente desde que sabemos que en el laboratorio algunas substancias recomponen el genoma, es lo que se denomina quimioprevención. Una esperanza que nunca se confirmó en ensayos clínicos.

Otra forma de luchar contra esas células rebeldes es la inmunoterapia. El sistema inmunitario tiene por misión detectar las células ajenas al organismo: virus, bacterias€ En las células del cáncer, debido a que su genoma es diferente, en la superficie aparece la expresión de esa diferencia: el sistema inmunitario las detecta e intenta matarlas. Pero ellas tienen trucos y artimañas para superar esas defensas. Ayudar al sistema inmunológico es una de las estrategias principales en la investigación del cáncer. Se han ensayado varias con resultados diversos.

Una de las mejores experiencias es la realizada para tratar leucemias. Consiste en extraer los linfocitos que se encargan de ejecutar la muerte, los linfocitos T, modificarlos mediante la introducción de un gen que los haga especialmente ávidos de las células enfermas, los linfocitos B, reintroducirlos en la sangre y esperar que se ocupen de barrer del organismo esas células, sean sanas o enfermas. Los retos de diseño son tres, al menos: cómo modificar el genoma; cómo lograr que una vez en el cuerpo sobrevivan y cómo lograr que se reproduzcan. El doctor June de la Universidad de Pensilvania parece que lo está consiguiendo. Se le ocurrió emplear como transportador de los genes al virus de la inmunodeficiencia humana, claro, modificado para que no produzca el sida. Con ese modelo logra los tres propósitos. En su laboratorio ya han hecho varios tratamientos extrayendo hasta cien mil millones de linfocitos T, modificándolos y reinyectándolos. El mayor éxito lo han tenido con niños con leucemia linfoblástica aguda en los que ha fracasado el tratamiento estándar. Es un tratamiento no exento de peligros porque la avidez de los linfocitos T modificados por los linfocitos B hace que se destruyan muchas cé- lulas y se produzca una carga importante de desechos en el organismo que puede llevar a la muerte. Ese momento crítico que es una muestra de que el tratamiento funciona precisa una atención muy especializada. Con el nuevo tratamiento que comercializa Novartis en los EE UU una vez la FDA (agencia de los alimentos y medicamentos) lo ha aprobado, se había conseguido que el 83% de 63 niños con leucemia avanzada entraran en remisión completa mantenida 3 meses.

Hay más de 500 ensayos genéticos en marcha, la mayoría no resultarán. El proceso es el siguiente. Un laboratorio, generalmente de una Universidad, estudia y hace experimentos alentado por el interés científico de los investigadores, una mezcla internacional de becarios, posdoctores, visitantes y personal propio. El jefe, además de promover, dirigir y orientar, dedica muchos tiempo a la solicitud de los cuantiosos fondos que dedica el Estado a la investigación. Les mueve también un interés económico, ya que los resultados pueden ser fuente de ingresos. Pero quien más se beneficia al final es la farmaindustria. Ella es la que lleva esa investigación básica, hecha con fondos públicos, a la clí- nica. No cabe duda de que invierte mucho en ese proceso. Novartis anuncia que el coste del tratamiento comentado (kymriah) costará, en EE UU 475.000 dólares, muy difícil de asumir por el sistema si finalmente se encuentra que es útil para más leucemias. El laboratorio se mueve fundamentalmente por interés científico, la farmaindustria por el económico, la sociedad que es quien financia, bien mediante becas o comprando el producto, por el sanitario. Éste debe prevalecer. Si no se logra armonizar esos tres intereses es fácil que el sistema sanitario colapse.

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