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Aves nocturnas

Carlos Lambertini, maestro de la música

Mallorquín de San Antonio de Areco, Buenos Aires, conoce la isla de la que se enamoró muchísimo mejor que la inmensa mayoría de los autóctonos

Carlos Lambertini en acción. GUILLERMO DE LA FUENTE

Original de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, decidió ser también mallorquín en 1981, tras un paso previo por Eivissa en 1979 „ya había probado la sangre, dice él„. Carlos Lambertini es uno de esos músicos que hace más de treinta y cinco años vino para no moverse, y para reivindicar el arte que a la música siempre se le debe conceder, y para enseñar a muchos de sus colegas cómo se hacen las cosas, de forma que muchos de ellos le llaman maestro. La oportunidad discográfica, de la mano de Express, en una época en la que esas oportunidades se vendían mucho más caras, fue dejada de lado, muy a su pesar, a cambio de la jugosa oferta de trabajo que los músicos tenían en esa época en Mallorca. Basta decir que hace veintisiete años un músico cobraba exactamente lo mismo que hoy: 15.000 pesetas de entonces versus 90 euros de la actualidad, con el agravante de que en aquellos años la formación menos numerosa constaba de tres o cuatro miembros, y hoy, y gracias a la disponibilidad tecnológica, un solo músico puede amenizar a la concurrencia con un gasto cuatro veces menor para el empresario, pero mayor para el músico, que además del instrumento tiene que aportar su ordenador y su equipo, que no son baratos.

La noche, claro, se convierte en el medio natural del músico, no hay otra si te dedicas a las cosas del pentagrama. A las diez de la mañana nadie escucha música en directo, a no ser que seas ingeniero de sonido en un estudio de grabación o hayas tenido una noche complicada? y alargada. Para más pesar, el repertorio no siempre te hace sentir repleto, por así decir, y sin despreciar a nadie, no es lo mismo tocar un buen tema de Yes, Led Zeppelin o Queen, que tocar Los Pajaritos o Paquito Chocolatero, te pongas como te pongas y por mucho que te lo pidan. Si encima, como es el caso de Lambertini, eres grande componiendo y arreglando, el cobijo del cinismo acaba residiendo en tu pensamiento, es inevitable y sano. El bueno de Carlos es tan minucioso en la preparación y ejecución de su repertorio que en una ocasión le dijeron que ¡tenía que equivocarse un poco para que la gente no pensase que lo que llevaba era música enlatada!

Mallorquín de San Antonio de Areco, Buenos Aires, conoce la isla de la que se enamoró muchísimo mejor que la mayoría de los autóctonos; es lo que tiene la profesión ciertamente nómada que practica, una noche en Cala Millor, a la siguiente en Andratx y suerte si los dos destinos no tienen que ser atendidos en la misma noche. Con público variado; una noche le escuchan con atención y a la otra casi le piden que baje el volumen del equipo para poder conversar; una noche te piden autógrafos y la próxima no sirve ni para que le recuerden al día siguiente. Asegura que el nivel profesional de la isla no es nada malo; aquí aún hay trabajo para los músicos, cada vez en peores condiciones, pero aún hay opciones. La tecnología en la música ha supuesto ventajas e inconvenientes, y como en tantas otras profesiones, reciclarse y conocer las nuevas herramientas puede convertirse en fundamental. Actualmente tenemos un pequeño estudio en el ordenador.

Cuenta Carlos que hace treinta años en un hotel podía haber dos grupos tocando a la vez, con músicos muy buenos cuando no excepcionales. Toda la noche con música en directo. Te sentías bien pagado y bien considerado, el público iba a escucharte. Hoy los tiempos han cambiado, ni el interés del público ni la calidad de la oferta musical se pueden comparar. Carlos cree que la música en directo aún no ha fallecido pero está agonizando. Nos quedan los bares y los clubs de jazz. Lo demás es casi eso.

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