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Crítica

Parar o no parar

Parar o no parar

La productora de este filme (Working title) es artífices de exitazos como Cuatro bodas y un funeral, El diario de Bridget Jones o Love actually. El director Peter Wright, ha firmado antes otras comedias de acción o macabras como Zombies party o Arma fatal.

Baby driver es una road movie urbana que fusiona dos referentes aparentemente irreconciliables del género, The driver (Walter Hill, 1978) y Granujas a todo ritmo (John Landis, 1980). El protagonista del filme ( Elgort) es un posadolescente con pinta de ídem que resulta ser el mejor conductor de atracos de la ciudad de Atlanta. Su patrón ( Spacey) le tiene pillado por un chantaje monetario y emocional, sobrevenido de un trauma/tragedia infantil. Y para colmo se enamora de una pizpireta camarera con la que comparte gustos musicales. Resumido, es rebelde porque el mundo le ha hecho así y porque su jefe es pérfido. El tema del filme es recurrente en los de robos. ¿Cuando parar? ¿Cuando intervendrá el indeseado señor Murphy? Otros activos del filme son la soberbia, variada y ecléctica banda sonora, y la calidad del reparto. En esos aspectos, y en los diálogos, la película es entretenidísima, epatante, contagiosa. Tiene sin embargo dos manchas, evidentes: a) Se queda entre medias, en tierra de nadie, respecto a los referentes citados. No es un musical puro ni tampoco un thriller de los que encogen el corazón en un puño. b) Se le va la mano, mucho, santificando al protagonista, restregándonos que es un delincuente, un ladrón a la fuerza, aunque en el fondo es un buenazo. Gran comedia musical de acción, blandorro thriller romántico.

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