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Esperanza de vida

Esperanza de vida

La capacidad del ser humano para reconocer su propia existencia ha conducido a lo que, en términos filosóficos al menos, es la principal diferencia con otras especies animales: saber que existimos. Que es lo mismo que saber que moriremos alguna vez. A partir de esa evidencia vienen las dudas sobre si existe algo, en términos personales, más allá de la muerte y si, de ser así, seríamos conscientes de esa otra manera de existir. De tales reflexiones a la religión va un paso muy pequeño que una mayoría de los seres humanos da. En cierto modo cabría decir que el concepto de un dios creador y la propia religión son consecuencias de la naturaleza humana.

Pero las reflexiones acerca de la vida humana no se detienen en las consideraciones religiosas. Cabe enfocar el proceso de la existencia humana y las expectativas respecto de la esperanza de vida en términos estadísticos, comprobando hasta qué edad se ha ido llegando en promedio a lo largo de la historia de la humanidad. Y plantearse si existe un límite para los años que podemos alcanzar. Eso mismo es lo que han hecho Xiao Dong, Brandon Milholland y Jan Vijg, investigadores del departamento de Genética del Albert Einstein College of Medicine del Bronx (Nueva York, Estados Unidos), quienes han publicado en la revista Nature los resultados de su análisis. En síntesis, Xiao Dong, Milholland y Vijg sostienen que, pese al incremento sostenido de la longevidad a lo largo de los últimos dos siglos, ésta no ha aumentado desde 1995. Los autores sostienen que existe un límite digamos natural para la edad que podemos alcanzar. Se trataría de un máximo que no depende de las mejoras médicas, higiénicas y sociales, ni del país en que se viva o el modo de vida que se adopte. Sería una condición intrínseca de la especie humana, cuya esperanza máxima de vida para los más longevos estaría en unos 115 años.

Ni que decir tiene que se han sucedido reacciones que ponen en duda tanto la metodología utilizada por Xiao Dong, Milholland y Vijg como el propio planteamiento y las conclusiones de su trabajo. Adam Lenart y James Vaupel del Max Planck Odense Center on the Biodemography of Aging (Dinamarca) plantearon los errores cometidos en dicho artículo remitiendo al Gerontology Research Group (GRG). Aunque sea a título anecdótico, el GRG indica que una francesa, Jeanne Louise Calment, es la persona más longeva —con verificación del dato— que ha existido. Murió en 1997 a la edad de 122 años y 164 días. Otros críticos han aportado modelos de análisis que sostienen que podríamos alcanzar los 125 años en 2070 (las mujeres, al menos).

Tal vez la cuestión no esté bien planteada. Para el ser humano importa más la calidad de la vida y su sentido que el límite que tenga. Sometidos a una jubilación cada vez más temprana y con el Estado del bienestar en declive, no deja de ser una broma macabra el que vivamos más años.

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