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Opinión

Antes que todos

El hombre que unió El libro del buen amor con la plaza de Xmáa-El-Fna y sus narradores orales

Goytisolo en la Converses Literarias de Formentor. Guillem Bosch

El hombre que unió El libro del buen amor con la plaza de Xmáa-El-Fna y sus narradores orales, ha muerto en Marrakesh a la edad de 86 años. Con él la edad era una cosa superflua. Sólo nos dimos cuenta de que era mayor, sin serlo, cuando con Telón de boca dijo que dejaba de escribir narrativa. Junto a García Hortelano había renovado la tradición novelística española: sangre nueva para el realismo. Eso fueron Tormenta de verano del primero o Juegos de manos de Goytisolo. Teníamos 16 años cuando los leímos: no habíamos acabado aún el bachillerato. Pasaría poco tiempo para que ambos renovaran toda la novela española abofeteando, en cierto modo, aquella tradición. García Hortelano con El gran momento de Mary Tribune. Juan Goytisolo con Señas de identidad, uno de los libros que nos abrió las puertas secretas del mundo y a partir de él el cruce de todas las fronteras. Si en Señas de identidad desmanteló nuestra sentimentalidad para construirla de otra manera, en Reivindicación del conde don Julián, le dio la vuelta a esa tradición literaria partiendo del negativo de La historia de los heterodoxos españoles de Menéndez y Pelayo y dinamitando la casa desde dentro.

Juan Goytisolo -hombre de letras y escritor culto, lo que entonces era una obviedad pero hoy hay que subrayarlo- fue el novelista más moderno del último franquismo, sin ser, por supuesto, ni franquista, ni último. Ni siquiera en sí mismo fue último, debido a su capacidad de renovación. Residente en París y casado con la escritora Monique Lange conocería el Nouveau Roman de primera mano y algo de traslación hay de esa escuela en los dos libros mencionados. En España, ambas novelas fueron censuradas primero y prohibida su edición después. Se publicaron en México. Juan sin tierra cerraría la trilogía inaugural de su revolución novelística, mientras sus novelas siguientes, nueve, rescatarían en el uso del lenguaje lo mozárabe, lo judío y lo morisco español: lo expulsado. Ahí Goytisolo se mostraría más cervantino que nadie: en eso y en su humor: en todas ellas hay páginas que son desternillantes.

Su abandono de la narrativa tradicional, del realismo, equivale también a una metamorfosis personal. A partir de su contacto con Jean Genet -a quien Goytisolo admira- abandona la heterosexualidad, se separa de Monique y vive su homosexualidad sin tapujos, alegremente ayudado por los jóvenes magrebíes que merodean por las calles del Sentier parisino y por sus viajes norteafricanos. Si Proust supo que la tarea titánica de La recherche? era una forma de conocimiento propio, Goytisolo supo también que escritura y sexualidad -estilo y sexualidad- iban parejos. En cuanto al dolor de la separación, Monique Lange escribiría una novela maravillosa que recomiendo vivamente: Las casetas de baño. Él contaría el origen de todo eso en Coto vedado y Reinos de Taifas -dos libros memorialísticos- y Miguel Dalmau lo completaría en Los Goytisolo, monografía dedicada a los tres hermanos y su obra. Una obra -la de Juan, José Agustín y Luis- tan crucial para la educación de nuestra generación y tan esencial en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX.

Del Goytisolo ensayista, hay que recordar su lectura -también esencial- de la Obra Inglesa de Blanco White -la reivindicación de la ilustración oculta y en ella otra manera de contemplar nuestro país- y su entronque -como toma de posición- con el poeta Luis Cernuda. Concretamente con el Cernuda de Desolación de la quimera. Entre uno y otro están las principales ramas de su árbol genealógico, cuyo tronco, repito, es Miguel de Cervantes. Del Goytisolo refunfuñón -que publica sus artículos en los principales periódicos y revistas, gana los mejores premios (Nacional de Las Letras, Cervantes y Formentor, por ejemplo), tiene un eco que no amaina y sin embargo se queja constantemente de su ninguneo- sólo estamos obligados a citarlo de paso. Como sus buenas relaciones con la monarquía alauí. La potente luz de todo lo demás nos impide ahondar ahora en esto.

Lo recuerdo una tarde de verano de 2012 en los jardines del Hotel Formentor. Premiado aquel año, él era el superviviente del primer Formentor, el de los editores europeos y los poetas, el de Cela y Tomeu Buadas. En él se daban la mano el origen de Formentor y su actual desarrollo a través de Basilio Baltasar y Simón Pedro Barceló. Charlamos un rato sobre literatura y le agradecí una elogiosa carta sobre mi novela París: suite 1940, que había publicado en El País en 2007. También ahí se daban la mano sus enseñanzas y mi agradecimiento por ellas y por la alegría provocada por sus palabras. Hacía un calor sofocante y en las mesas de alrededor charlaban y charlaban otros escritores invitados: un concierto de frases, entonaciones y salmodias. Entornó los ojos y por un momento estuvimos en Xmáa-El Fna y él fue la encarnación del arcipreste de Hita. Mallorca, en fin.

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