El pasado sábado tuve el privilegio de asistir, junto a los espectadores que llenaban el Teatro Principal, a la representación de Cuento de Invierno, puesta en escena por la compañía británica Cheek by Jowl. ¡Menudo regalo de función! No solo por la tragicomedia en sí que, como buen texto de Shakespeare, toca y desnuda los sentimientos, los vicios y virtudes del género humano con toda crudeza y con asombrosa modernidad, para imbuirla al final de un optimismo irresistible.
Una obra así, que dura tres horas, necesita una interpretación perfecta para agarrar al espectador por el gaznate, sacudirlo con el sentimiento y rendirlo ante la belleza del texto. Al final del primer acto, de los dos que dura esta versión, me sorprendí con lágrimas en los ojos, incapaz de contener la emoción.
La puesta en escena y la libérrima versión del Cuento... son obra del director irlandés Declan Donnellan, que con poquísimos mimbres y mucha fantasía mueve la escena del reino de Sicilia al de Bohemia, de la corte a la fiesta de los pastores, de la tragedia al amor rendido, para regalarnos al final un maravilloso momento lleno de poesía.
Nada de esto sería posible sin el cuadro de actores que dijeron el texto sin engolamiento, sin impostación, simplemente con la naturalidad de cada día. Entre todos ellos destaca Guy Hughes, un Branagh aun mejor.
Cheek by Jowl está en plena gira mundial de dos años. Produce envidia ser testigo de lo que son capaces los ingleses; lamento que no demos la talla para hacer nada similar con nuestro siglo de oro.
El Principal parecía el sábado el teatro de una gran capital. Me sonroja que no asistiera a la representación ni un solo político, ni un conseller, ni un alcalde, ni un mísero presidente de un Consell de Mallorca. Nadie. Actores ingleses de fama internacional en el patio de butacas, sí; políticos, no. Ninguno. Lo que indica cuánto cuenta la cultura por estos pagos.
