Lucía un sol primaveral pero ayer fue una jornada triste y gris para Manacor. La isla se despertó con la noticia de la muerte del pintor y escultor Joan Riera Ferrari, que se fue víctima de una enfermedad. Tenía 74 años. El artista, enamorado del paisaje de Mallorca, reinventó las rocas y los acantilados de la Serra de Tramuntana. Familiares, amigos y allegados le dieron su último adiós en la capilla ardiente instalada en el tanatorio de la capital del Llevant. Una imagen del artista y un enorme cuadro de un acantilado presidían la sala. Por expreso deseo del pintor, no habrá funeral pero en unas semanas se celebrará en su casa una reunión de amigos para despedirle como se merecía. No le asustaba la muerte. Le daba miedo no poder realizar todos sus proyectos. Así lo declaró con motivo de sus 50 años como pintor.

En 1962 celebró su primera exposición en el Centre Cultural de Manacor y desde joven mostró su espíritu pionero y rompedor. Cinco años después dio el salto a nivel internacional. En muchas mentes queda el recuerdo de su primera instalación artística. Fue en 1969 en la parroquia de Manacor. Se trataba de una figura de Cristo en la cruz con los pies en el aire. Hubo una gran polémica.

El Premio Ramon Llull en 2009 "era uno de los artistas más geniales que he conocido. Tenía una facilidad innata para dibujar. Siempre estaba dispuesto a innovar. Le recordaremos por sus acantilados pero hizo mil cosas más. Es verdad que creó un lenguaje con sus rocas. Su vida se reflejaba en sus cuadros", remarcó un afectado Antoni Planas. "Perdemos una forma de trabajar muy concreta", remarcó Frederic Pinya mientras que Pol Font de la galería Dionís Bennàssar destacó su prestigio y la calidad de sus obras. "Siempre me recordaba que fue pionero en pintar sus rocas y sus acantilados".

"Fue un artista polifacético", remarcó el escultor Ernesto Rodríguez mientras que su amigo de la infancia, Antoni Parera Fons, recordó que era "muy generoso, un sentimental perdido y una persona que siempre se quedaba con el lado bueno de las cosas. Nos ha dejado una obra intensa, atractiva y muy auténtica". "Era un dibujante extraordinario. En sus dibujos siempre ha sabido captar todas las formas de belleza", sentenció Biel Mesquida. El escritor y colaborador del diario también recordó una faceta desconocida de Riera Ferrari y es que cuando a finales de los 60 estudiaba Bellas Artes en Barcelona era un aficionado al séptimo arte. Así hizo varias películas. Mesquida fue protagonista en El telegrafista.

Todos sus amigos más íntimos destacaron su gran corazón. "Estaba entregado en ayudar a la gente marginada. Era un referente de unir el arte con la labor altruista", recalcó el pianista Andreu Riera. Su solidaridad era inmensa. En los últimos cuatro años cada verano su finca era sede de les Serenates a l'Auba, un ciclo de conciertos benéficos con estrellas de primera categoría. Esta era una de las tantas causas benéficas que lideró. También era un gran defensor de los artistas jóvenes. Les abrió las puertas de su casa. Así ocurrió, por ejemplo, en 1974 cuando en su galería Picarol dio la oportunidad a Miquel Barceló para hacer su primera exposición.