La relación padres profesores nunca ha sido de 10, pero parece que sus notas empeoran. Hoy en día, los padres se implican más en la educación de sus hijos, lo que se considera positivo, pero también genera más conflictos con los docentes, que se sienten cuestionados y, a su vez, critican la sobreprotección de los hijos.

Que en el Instagram de una maestra, un alumno deje un comentario desagradable ("fea", "vacagorda") es lamentable, pero no inusual. Que el insulto lo dejen el padre o la madre del alumno ya escapa a lo comprensible. Pero ocurre. En los últimos cursos, las amenazas y los insultos de padres o madres al profesorado de sus hijos se están trasladando a las redes sociales. La sociedad evoluciona, y con ella, las relaciones familia-escuela, aunque no vayan a mejor. Las familias quieren controlar la educación de sus hijos; los docentes quieren ser quienes decidan cómo o qué enseñan. El equilibrio no es fácil.

La relación de los progenitores con la escuela de sus vástagos era mínima décadas atrás. Luego, las familias entraron en la escuela al aliarse con los docentes para conseguir la modernización de los centros y la enseñanza. Muchas corrientes pedagógicas defienden que la relación familia-escuela favorece el rendimiento del alumno, su autoestima, la relación padres-hijos y una mejor percepción mutua del colegio y la familia. Así que hoy se da por hecha esa relación y se canaliza por diversos medios, desde la carpeta viajera de los más pequeños hasta las reuniones periódicas, el papel de las asociaciones de padres y madres (ampas) o la intranet del centro. Progenitores y docentes, como los consultados para este reportaje, coinciden en que deben trabajar juntos por el bien del menor, pero en esa relación a tres bandas surgen conflictos continuamente, tanto en el plano general (entre asociaciones de padres y entidades de docentes) como en la relación cotidiana de un padre o una madre con tal o cual enseñante de su hijo/a. Además, la relación es distinta de lo que fue años atrás.

"Antes, la escuela era el único agente educador y socializador fuera de la familia y, en muchos casos, el profesorado tenía un nivel cultural superior al de la familia, lo que reforzaba su autoridad. Hoy, muchos padres tienen igual o mayor nivel académico que los profesores de sus hijos y hay muchas fuentes de información, así que es imposible que no haya disparidad de criterios", reflexiona José Luís Pazos, presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), la asociación de familias de la escuela pública.

"Nuestros padres nos decían: ´Estudia y tendrás un buen trabajo´; hoy la escuela es cuestionada porque ya no traslada una sensación de utilidad a la sociedad", comenta el presidente de la confederación de asociaciones de padres de alumnos

En otoño, la Ceapa llamó a una huelga de deberes, secundando la protesta de familia hartas de los trabajos que mandan para casa en muchos centros educativos (el conflicto aún sigue abierto). Hace unos años habría sido impensable un plante igual: no se discutía a la escuela ni al maestro (excepto casos muy concretos). Ahora se cuestionan constantemente, se queja el profesorado. Es otro reflejo de la sociedad actual, opina Pazos: "También se cuestiona a los políticos, por ejemplo, porque hay cosas que han cambiado. Nuestros padres nos decían: ´Estudia y tendrás un buen trabajo, una vida tranquila, ganarás dinero´. Ya no puedes asegurarles eso a tus hijos, hoy la escuela es cuestionada porque ya no traslada una sensación de utilidad a la sociedad. Por eso se está repensando la enseñanza". "Y los padres -añade- hablan más de tú a tú a la escuela, pero también con los hijos. En clase, a los alumnos tampoco se les puede hablar ya sin argumentar (´se hace así porque lo digo yo´) o sin aceptar opiniones".

"Hoy, las familias no se arrugan, y si no están de acuerdo con algo que manifiestan la escuela o un profesor, lo dicen. No tiene por qué pasar nada por ello, siempre que haya educación y respeto mutuo. El cambio es a mejor porque cuanta mayor sea esa interrelación, mejor para los alumnos. Así sí se puede hablar de comunidad educativa", asegura Montse Conejo, presidenta de la federación de asociaciones de padres de alumnos de Catalunya.

Cuanto más jóvenes son los padres y madres, más claras tienen las ideas sobre la educación y los objetivos y más se implican en las actividades y las gestión y más voz quieren tener, según los consultados. Sin embargo, las entidades de padres se quejan de que en los últimos años "más bien se nos intenta echar de la escuela" con diferentes cambios normativos (la última ley educativa dejó a los consejos escolares sin poder decisorio). Y eso que muchas ampas o padres y madres a título personal han aumentado su labor en muchos centros que, sin ellos, no harían muchas actividades. Esa mayor implicación -aun así, todavía no es de una mayoría de familias, y menos en secundaria- no se traduce siempre en una relación más estrecha con los maestros, sólo en casos en que participan juntos en comisiones para organizar actividades culturales o solidarias o fiestas. "Cuanta más relación, menos conflictos. Creo que la base es hacer pedagogía de la confianza", asegura Juan Zulueta, director de la ikastola Urretxindorra de Bilbao, fruto de una cooperativa de padres y docentes.

Los horarios laborales son un impedimento para la participación de las familias en la escuela, subraya Pedro José Caballero, presidente de la Concapa, la confederación de asociaciones de padres de la escuela concertada y privada. Y los docentes, indican sus dirigentes sindicales, también deberían poder dedicar más tiempo personalizado a cada alumno y sus padres, pero están sobrecargados de trabajo.

Con todo, el gran escollo en la relación es que los padres quieren tener voz en todo lo referente a la educación de sus hijos. "¿Por qué no se puede cuestionar que enseñe inglés un docente que no es profesor de inglés?", pregunta Silvia, madre de estudiantes adolescentes. "¿Por qué los padres y las madres no podemos opinar de todo y trabajar con el profesorado al diseñar el programa, al decidir si se hacen exámenes o no, si se usan libros o no€?", comenta Amparo Jesús, madre de una alumna de 6 años y vicepresidenta de un ampa en una escuela de Valencia. "Ahora las familias quieren saber qué hace su hijo en clase y participar en ello", dice Caballero. Frente a esta demanda, buena parte del profesorado (y directivos de centros) cierra filas: defienden que como se maneja la escuela y la programación requieren un criterio pedagógico.

"Muchas familias desean una auténtica comunidad educativa, pero hay mucho profesorado que no cree que podamos ayudar. No piensan que las familias podemos aportar diversidad de visiones, y eso siempre ha de ser enriquecedor para un centro educativo", apunta Màrius Fullana, padre de dos hijos y presidente de la federación de asociaciones de padres de la escuela pública de Valencia. "Los maestros no somos infalibles, pero es que hoy en día sufrimos un cuestionamiento continuo que rompe el equilibrio, cuando padres y profesores no competimos, debemos coordinarnos", se lamenta Ramon Font, portavoz del sindicato de enseñanza Ustec-Catalunya.

"Una sensación compartida con otros colegas es que la sociedad tiene hoy una cierta visión mercantilista de la escuela, como un servicio más", se lamenta un profesor de secundaria

En esa falta de confianza en los enseñantes quizás influyen las dudas sobre cuál puede ser la mejor educación para los niños y los jóvenes de cara al futuro, reconocen padres y profesores. "Recibimos muchos ´consejos´ sobre qué y como deberíamos enseñar", ironiza Àlex Rosa, joven profesor de primaria. Otro docente de secundaria, Òscar Simon, con ocho años de experiencia, señala que "una sensación compartida con otros colegas es que la sociedad tiene hoy una cierta visión mercantilista de la escuela (que no se da dentro del aula), como un servicio más". Así, el cliente (alumno, familias) se siente con derecho a exigir que no se defrauden sus expectativas y por ello se oyen a menudo frases como "en la escuela de mi sobrino hacen dos horas más a la semana de inglés", "en la escuela tal, las ciencias sólo las trabajan con ordenadores"... Muchos centros, opina Simon, favorecen esta visión al competir entre ellos más que colaborar. Y, de la misma manera, se pregunta si las crecientes evaluaciones externas y clasificaciones de centros no contribuyen también a esta visión y a minar la confianza social en el profesorado.

Hay otro aspecto que tensa las relaciones entre familia y escuela: desde los sindicatos de profesorado hasta la dirección de, por ejemplo, una escuela concertada de Molins de Rei (Barcelona), se pone el foco en la manera como se educa hoy en muchas familias, en que no se marcan límites y se sobreprotege a los hijos. Es una cuestión cultural: un profesor de EE.UU. lo resumía en una web educativa diciendo que los padres americanos les dicen a sus hijos que sacan buenas notas porque son muy listos, mientras que los asiáticos les dicen que porque han trabajado mucho.

Es un comportamiento que tiene mucha repercusión en las aulas. Siempre que hay una discrepancia entre profesor y alumno, cuentan los docentes, se ve esa protección malentendida: los padres se ponen incondicionalmente del lado de su hijo, aunque este no tenga razón o mienta. Y muchas veces se enfrentan al profesor delante de él. Cualquier amonestación por mala conducta, una mala nota, es respondida por la familia con frases del tipo: "Vuelve a mirarte este trabajo, yo creo que merece un bien y no un suficiente, esta nota es muy frustrante para él"; "tú no eres quién para amonestar a mi hijo"; "yo creo a mi hija, no voy a desautorizarla frente a ti"; "yo lo único que quiero es que mi hijo sea feliz€", "¿puedes cambiarle el libro de lectura, que Oliver Twist es muy deprimente?". Hay padres que justifican la ausencia reiterada de su hijo a clase en que el profesor es aburrido. O piden que se revise un suspenso al alumno que ni se presentó al examen.

Hace unas semanas se hizo viral una queja en este sentido de Eva Romero, profesora del instituto Isidro de Arcenegui de Marchena (Sevilla), quien, a raíz de una queja por la mala actitud reiterada de una alumna y de que el padre le dijera que le pagaban por aguantar, estalló: "Ya estoy harta de aguantar la mala educación de un porcentaje cada vez más alto de alumnos, del proteccionismo de los padres y de los cambios de normas de la administración", dijo ante el claustro del centro.

Los docentes reprochan que los progenitores no quieren que sus hijos sufran frustración ni que se les exija esfuerzo o que, en caso de desacuerdo entre profesor y alumno, los padres se ponen de parte de su hijo sin atender a razones

El sindicato ANPE creó en el 2005 el Defensor del Profesor, una figura asesora que recoge problemas de enseñantes, no sólo con alumnos y familias, también con otros compañeros o los directivos de los centros. Sobre la relación con los padres, Jesús Niño, coordinador nacional del Defensor, asegura que "crecen los conflictos con ellos por una intervención inadecuada", aunque a veces no sea con mala intención. "No quieren -explica- que sus hijos sufran la menor frustración, que se les exija esfuerzo€ lo que es un error en la preparación de esos niños para ser adultos". Al Defensor llegan problemas graves o enquistados. Niño señala que muchos docentes se sienten indefensos ante la actitud de determinados alumnos y sus familiares, pero la mayoría de las veces callan, para no perjudicar al alumno o al centro o por no pasar el caso conflictivo a otros compañeros (ya no se habla de expulsión sino de cambio de centro) o hasta por miedo.

Los profesores se quejan de que se les culpa de todo: de que los hijos no tengan plaza en el colegio deseado, de que no hayan recibido una beca, de que no hayan estudiado, a veces hasta se ven envueltos en problemas de custodia tras el divorcio de los progenitores del alumno. Jesús Niño defiende que la normativa de autoridad del profesorado, en que una amenaza o agresión contra ellos se puede juzgar de forma severa, ayuda frente a los casos graves, aunque desde las asociaciones de padres se critica que se judicialice cada día más la educación. La mayoría de los problemas en los centros se intenta arreglar mediante los reglamentos internos, que prevén maneras dialogadas de encauzar los conflictos o, como mucho, sanciones del tipo privar de salir al patio o de una salida escolar.

Las 1.961 quejas al Defensor del curso pasado fueron algunas menos que el anterior. Pero crece de año en año el ciberbullying al profesorado: las infamias, insultos, amenazas en las redes sociales. Encuestas del sindicato británico Nasuwt indican que la mitad de los docentes dicen haber sido víctimas de este acoso por padres y alumnos -la mitad reconoce acoso por padres, un porcentaje que se duplicó entre el 2014 y el 2016-. Reciben comentarios sobre su competencia, pero también su aspecto o su orientación sexual. O xenófobos.

La mensajería rápida como WhatsApp y similares es otra arma de doble filo, reconoce Lluís Manuel, padre de dos alumnos de 6 y 4 años. Por un lado, él cree que puede facilitar el contacto entre padres y profesores, pero hay padres que usan el grupo de WhatsApp para buscar eco a su malestar contra determinado enseñante (con mensajes tipo: "Si es que este es muy mal profesor, no se prepara las clases", "¿habéis visto qué preguntita les ha puesto la maestra en el examen?", "mi hija se queja de que se duerme en clase por lo aburrida que es la profe", "es que esa maestra pasa, que ya sabemos cómo va, todo el día están bla, bla, bla entre ellas, y los niños a la suya"). De la misma manera, hace un par de años, a raíz del conflicto de un profesor con su centro, trascendieron comentarios de un grupo de WhatsApp de maestros de una escuela de Casarrubuelos (Madrid) que expresaban una gran acritud hacia madres y alumnos ("esa zorra", "ningún moro es bueno"...).

Los alumnos y sus progenitores trasladan los insultos o amenazas al Instagram o el Facebook de los docentes: en un estudio británico, la mitad de los profesores decía haber sufrido este ciberacoso

A menor nivel cultural de la familia, más difícil es razonar con ella en un conflicto. Pero las discrepancias no sólo se dan con familias conflictivas. Una maestra de 5.º cuenta que hizo una evaluación en clase y fue muy mal, por lo que comprendió que tenía que volver a trabajar ese tema. Los padres del único alumno que había sacado un sobresaliente en la prueba fueron a quejarse enojados. El docente Àlex Rosa también matiza que, por su experiencia, las familias de alumnos inmigrantes respetan más, en general, al profesor.

"Todo se puede hablar con respeto y una actitud dialogante", opina María Jesús Gallardo, madre de tres hijas de 7, 5 y 2 años, hija de profesora y que como médica también tiene que lidiar con las quejas de muchas personas. Sobre todo para personas que tienen una idea muy definida de la educación que quieren, aconseja "que se elija el centro que más se adapte a su manera de ver la formación". Pero eso no siempre es posible, sea porque no se puede pagar el centro que se querría o porque se prima el más cercano a casa para facilitar la conciliación familiar.

"Hay crispación, pero si queremos trabajar bien -y todos queremos lo mejor para los chicos-, no tenemos más salida que ir de la mano. Las familias queremos colaborar. Y tampoco se puede echar la culpa de los problemas sólo a un sector", apunta el presidente de la Concapa. En esto coinciden muchos padres y docentes: para una relación fluida no se puede culpabilizar a las familias, ni a los alumnos por cómo son sus padres, ni al profesor por las deficiencias del sistema... Muchas culpas se echan a la administración por los numerosos cambios que, además, no siempre se explican bien a las familias, lo que genera malentendidos..

Hoy en día, muchas familias exigen las experiencias de nueva escuela (trabajo colaborativo, autoevaluación en lugar de exámenes. sin libros de texto...) al saber que en otros colegios se aplican. "Pero en cada centro hay que valorar muchos aspectos, no se trata de que no aplicas tal método para no complicarte la vida", comenta Àlex Rosa. Este tipo de aprendizaje, por ejemplo, exige a menudo una mayor colaboración de las familias, y algunas reconocen que, al menos al principio, se sienten un poco descolocadas al faltar elementos de seguimiento de la evolución de sus hijos como pueden ser los temarios, los exámenes y las notas.

La escuela del futuro seguirá necesitando una relación fluida con las familias, lo que exige esfuerzos por ambas partes. "Lo mejor en caso de desacuerdo -resume Jesús Niño- es no discutirlo en caliente, y yo a mis hijos siempre les digo que sus profesores son unos cracks, que tengan buen concepto de ellos, así también verán con mejores ojos lo que les enseñan".

Perfiles conflictivos

A partir de entrevistas, la estadounidense Natalie Schwartz describía en su The Teacher Chronicles, en el 2008, tipos de padres y madres que pueden ser conflictivos y cómo deben lidiar con ellos los profesores de sus hijos:

  • Hiperimplicado. Agobia con correos electrónicos y visitas repentinas. Schwartz aconseja a los profesores que establezcan un calendario razonable de contactos para tenerle al día (cada dos o tres semanas) y que le tranquilicen sobre su hijo.
  • Ausente. No responde a avisos ni acude a reuniones. Schwartz advierte que puede ser una persona sobrepasada por otras obligaciones (trabajo, familiares enfermos€). Hay que intentar adaptarse a su horario, llamarle por teléfono si no puede ir a la escuela.
  • El muy exigente. Que pide que se ponga a su hijo en el grupo avanzado, que se eleve el nivel de mates€ El profesor debe reflexionar si el alumno podría dar más de sí o explicar al padre que si se le exige más de lo que puede dar, se puede frustrar al alumno.
  • El que se pone a la defensiva. Culpa al profesor o la escuela si el alumno tiene un mal comportamiento o mala nota. El profesor debe tener una actitud positiva, destacar lo bueno del alumno y pedir a la familia que ayude a mejorar el aspecto conflictivo.
  • El que no coopera. Que considera más importante que las clases un certamen de ballet o una minigira con el equipo de fútbol. Los profesores no deben aceptar excusa alguna que no sea una enfermedad o emergencia familiar, dice Schwartz.

En busca de solución

Algunos casos de conflictos con padres o madres que docentes diversos consultaron al Defensor del Profesor del sindicato ANPE los dos pasados cursos:

  • "He sabido que dos alumnos, uno de ellos de mi tutoría, amedrentan a uno de sus compañeros fuera del centro. Dentro del centro no han llegado a esos extremos. Después de haber contrastado la información y conocer lo mal que lo está pasando el acosado, se lo recrimino al alumno de mi curso. Cuando intento informar a los padres, la madre (no acudió a la reunión) ya me ha denunciado ante la policía por acoso a su hijo".
  • "Una madre ha publicado insultos, difamaciones y mentiras sobre tres profesores. A mí me acusa de que pego en clase y dice que ya fui expulsada por ello de un centro (donde nunca he trabajado)".
  • "Soy profesor de secundaria. El viernes, en un supermercado, el padre de una alumna me agredió físicamente. Según él, humillo a su hija en clase (es disruptiva, tiene acobardados a sus compañeros y en alguna ocasión le he puesto un parte). La familia jamás viene a las reuniones".
  • "He recibido una carta ofensiva de un padre ante la decisión que tomé con su hija. Respondí en tono conciliador. He recibido una respuesta incluso peor. Este padre ya ha mandado otras cartas, amenazantes y terroríficas".
  • "Hoy un padre en la entrada del centro (no se había presentado antes) comienza a amenazarme con prenderme fuego y denunciarme ante la inspección y juzgados por un supuesto trato vejatorio hacia su hijo. Les obligué a quedarse a mi lado, a él y otro chico, por pegarse en el patio. Le dije al padre que habláramos, pero me dijo que con la palabra de su hijo tenía suficiente".
  • "Soy profesora de infantil y sufro calumnias de una madre: dice que castigo a los niños en el recreo y no les dejo comer el bocadillo, les tiro del pelo, me paso el día con el teléfono y el ordenador y no les atiendo. Ahora ha denunciado a la policía que he arañado a su hija".