Diario de Mallorca

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El vestidor

El vestidor Fernando Bustamante

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Domingo, allí

Ninguno de los análisis de las razones y consecuencias de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha reparado en Mariló. Pero es que Mariló vive ahora en Nueva York. Tampoco a nadie se le ha ocurrido contactar con ella como testigo de excepción, ni pedido a la embajada su retorno inmediato o interesado por el estado de su visado. Es la crueldad de la gran pantalla: te vas un par de meses y ya se han olvidado de tí. Le pasó a Víctor Sandoval cuando emigró a Miami y todavía no le han dado su sitio como hijo pródigo. Y no dirán que el hombre no lo ha dado todo. Pero el mundo ya es más infinitamente más grande que una caja tonta y Mariló utiliza las redes como nadie. Y sin casco, como la moto. Y ha vuelto con "el mundo por montera" (¿captan el juego de palabras?) y crónicas desde la gran manzana. Por eso sabemos, los que hemos querido saber, cómo vivió la noche electoral: "En casa de unos colaboradores de Hillary Clinton a los que he dejado, de madrugada, desolados". No sé si lo notan en TVE, en Exteriores, en el CNI, pero todo esto podrían ser señales, avisos: eh, que estoy aquí. Por si necesitan algo. Por si necesito algo. Allí tiene a Sonia Monroy, claro. Pero está en la otra costa.

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Lunes, la superluna

La luna se vuelve superluna. La última vez que la luna fue tan superluna „grandota y brillante„ fue en 1948, hace 68 años. Los más cenizos creen que la superluna puede traer desgracias, incluso el fin del mundo. La luna llena nunca ha tenido buena prensa. Por los licántropos, los destripadores y otros malos hábitos. El plenilunio suele asociarse con un aumento del número de nacimientos, desastres naturales, crímenes, accidentes. La culpa en parte la tiene el perigeo, porque es palabra que de entrada suena mal. Hace 68 años, en 1948, año de superluna, año de perigeo, nació Carlos, el delfín de Isabel II. Y no presenta síntomas lunáticos ni mucho menos de licantropía. Eso sí, Carlos, entre superluna y superluna, ahí sigue. Igual. Delfín.

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Martes, pansexual

Ylenia es choni y pansexual, según propia confesión. Saltemos directamente al segundo término. Ylenia es pansexual porque se enamora de las mentes [sic]. De la mente de Labrador, de la mente de Suso, de la mente de Fede y así, chicos conocidos sobre todo por el uso que hacen de sus mentes. Ella se dice pansexual porque se enamora de las mentes, aunque sean siempre mentes repletas de testosterona. Genderless en cambio no es. Más que nada porque no sabe lo que es genderless. Tras explicárselo „moda neutra, sin género„, tampoco. Pero no se lleven a engaño. El chonismo no está reñido con el intelecto. Ylenia, como casi todos los colaboradores de Mediaset, es superdotada. Eso, o que la experta de JorgeJa tiene la máquina estropeada.

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Miércoles, segregación

Se abre el telón y aparecen las Campos segunda generación „Terelu y su hermana„ con sus amigas famosas. Rodean una mesa en la que se aprecian diversos objetos de formas y colorido llamativo y bebidas aparentemente espirituosas. Entre los objetos se observan perfiles de reminiscencias fálicas y otras siluetas orgánicas, diferentes texturas y „se intuyen„ sabores. Entre los colores, predomina el rosa. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? No nos atrevemos a titular este momento, pero está llamado a convertirse en el tuppersex más comentado de la historia reciente de Occidente. El tuppersex Campos. Seguramente con criterio generacional, o por pudor materno-filial, las sesiones se han segregado por edades. María Teresa madre no participa en la reunión de las hijas. Pero todo apunta a que preside otro tuppersex similar con su propio grupo de allegadas. Los encuentros de este tipo también separan géneros. Lástima. Edmundo, en medio del grupo, o surgiendo por sorpresa bajo la mesa camilla, habría dado mucho juego. Ya lo da, juego, en general. O eso dicen algunas. Pero no está el horno (de Teresa) para bollos. Ni para lo otro, lo de los tuppersex esos.

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Jueves, el idilio

Qué adecuado el término, idilio, por su origen etimológico, por lo pastoril. Un idilio dicen que tuvieron (presuntamente) Parada (sí, sí, Parada) e Isabel. La bomba la suelta María Patiño como descuidadamente, igual que ya le pasó con Lequio y Olvido „¡uy, se me escapó el nombre del conde!„ en lo que viene a ser la versión audiovisual del posado robado. El interfecto ni desmiente ni confirma, se deja querer, porque le van a llevar a un programa de telerrealidad, así que se deja querer. Lo que haga falta. Al fin y al cabo, Parada „entre otras cosas„ pasará a la historia como el amiguísimo de las artistas, el hombre que amaba a las folclóricas. Recuerden la escena del yate con Marujita. O mejor no.

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Viernes, vestidos

Lo bueno de casarse muchas veces es que el vestido nupcial adquiere un valor antropológico, sociológico, histórico, político, económico. Se convierte en una foto fija del lugar y el momento. Todo influye, consciente o inconscientemente, en el estilismo de la, en este caso, novia. También los sucesivos novios. Veamos. Primera boda: enero en Illescas (Toledo). Una jovencísima Isabel aparece en la iglesia con un recatado vestido blanco (manga larga, cuello alto) y el pelo recogido; el novio, Julio Iglesias. Segunda boda: 1980, es verano pero también es una boda toledana, en una finca del marqués. Tercera boda: enero (de nuevo) de 1988, el otro contrayente es Miguel Boyer; el lugar, el Registro Civil de Madrid, muy temprano. Ella se enfunda en un traje chaqueta gris ribeteado en pieles. ¿Quién la vestirá en su cuarto enlace? Se especulaba con una conocida firma nupcial, cosas de contratos de imagen. Pero Tamara, que de vocación religiosa ha pasado a textil, se ha autopostulado. Ojo: no hay que mezclar lo público y lo privado. Kiko Rivera no dejó que su cuñada le cosiera ni el velo a su santa. Había mucho en juego. Parné.

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