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Trump y la ciencia

Las consecuencias de la victoria de Donald Trump han llegado a la cumbre de las publicaciones científicas. Nature que es británica, no...

Trump y la ciencia

Las consecuencias de la victoria de Donald Trump han llegado a la cumbre de las publicaciones científicas. Nature que es británica, no estadounidense, y tiene el mayor impacto entre las revistas no especializadas ha dedicado varios artículos en el número que siguió a las elecciones presidenciales a analizar lo sucedido. Comenzando por la incapacidad de las encuestas para prever los resultados. Que todos los sondeos de mayor alcance fallasen excepto el de Los Angeles Times hecho por la University of Southern California, e incluso que este último fuese tomado con cautela por el diario que lo publicó, reacio a dar por buena la predicción, pone de manifiesto la crisis de las técnicas actuales de encuesta. El comentario de Nature atribuye los errores cometidos a que los consultados no representan a quienes acuden a las urnas. Y atribuye el sesgo a que una cantidad creciente de ciudadanos teléfono móvil no responden con a una llamada cuyo número desconocen.

Pero si algo tan sencillo como anticipar el sentido del voto falla, ¿qué puede decirse de la política que seguirá el nuevo presidente respecto de la investigación científica? Daniel Sarewitz, codirector del Consortium for Science, Policy and Outcomes de la Arizona State University, sostiene en Nature que si Donald Trump quiere beneficiar a quienes le votaron, como prometió hacer en su campaña, estará obligado a promover iniciativas científicas creativas que permitan recuperar empresas como las farmacéuticas, huidas al extranjero. Dentro de esa estrategia, y de acuerdo con la hostilidad manifestada por Trump hacia las energías renovables, Sarewitz sostiene que sería coherente que promoviese investigaciones encaminadas a rediseñar las centrales nucleares. Pero ni que decir tiene que las obligaciones contraídas en plena contienda electoral están lejos de quedar garantizadas, por más que la innovación científica sea la mayor fuente de creación de empleo en los Estados Unidos y, de hecho, Trump se haya manifestado en favor de las empresas innovadoras.

En el artículo que dedica Nature a calibrar el impacto que ha producido la victoria de Trump entre los científicos los consultados se muestran muy preocupados por las perspectivas inmediatas de su trabajo. Los que llegaron a Norteamérica con la promesa de llevar a cabo proyectos de interés se plantean ahora la vuelta a sus países de origen. El problema básico, como señala Nature, es que Trump ha cubierto de silencio sus posibles ideas acerca de la ciencia, si es que existen más allá de las generalidades que no pueden verterse en unos presupuestos. Lo que opina el nuevo presidente sobre el cambio climático, por ejemplo, sale del ámbito científico para instalarse en la charla de café o, ya que estamos, en la simple superstición. Pero desde todo el planeta se le exige que decida el compromiso de los Estados Unidos sobre el nuevo acuerdo del clima. Con la duda sobre si pondrá su rúbrica Trump.

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