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Con Ciencia

Caída

Caída

Incluso sin necesidad de ejercer la medicina, las causas de las enfermedades, sus consecuencias y sus posibles remedios nos suelen fascinar. Pero hay una rama de la patología en especial atrayente por lo difícil que resulta: la que se ocupa de los problemas de salud que pudieron haber sufrido seres ya desaparecidos de los que sólo se conservan sus fósiles.

La paleopatología, que es como se llama la disciplina, la descubrí gracias a los trabajos de uno de los antropólogos más célebres que han existido, Phillip Tobias, quien realizó un trabajo admirable para estudiar la esperanza de vida de los australopitecos de Olduvai. Es en verdad asombroso que de unos huesos parciales, en ocasiones apenas unos pocos fragmentos, se puedan deducir las condiciones de vida de unos ancestros nuestros desaparecidos hace millones de años. E incluso cómo llegaron a morir.

Una investigación de ese estilo ha sido publicada en la revista Nature por John Kappelman, del departamento de Antropología de la universidad de Texas en Austin (Estados Unidos), y sus colaboradores, pero referida a un fósil en verdad especial. Se trata de Lucy, el Australopithecus afarensis que cambió la historia de la evolución del linaje humano cuando apareció su esqueleto, casi completo, en la localidad de Hadar, Etiopía, en el año 1977. Lucy fue una hembra que vivió hace cerca de tres millones de años, de tamaño muy pequeño cerca de un metro de altura y un cráneo de volumen comparable al de un chimpancé pero con una locomoción bípeda que la hacía ser acreedora de la condición humana. Ser bípedo, en términos antropológicos, equivale a ser miembro de nuestro linaje separado del de los demás simios.

Aun caminando erguida, la bipedia de Lucy y sus congéneres no era igual que la nuestra. Sus extremidades se encontraban aún adaptadas a la capacidad de trepa arbórea, como resultado de un proceso evolutivo de cambio que comenzó hace siete millones de años alcanzando poco a poco la condición moderna, que es como llamamos a la nuestra. El Homo erectus, un ancestro que vivió hace poco más de un millón y medio de años, ya caminaba como nosotros. Pues bien, el trabajo de Kappelman y colaboradores para esclarecer la causa de la muerte de Lucy ha puesto de manifiesto que es muy probable que se tratase de una caída desde una altura suficiente para producirle las fracturas que se detectan en los huesos de los brazos y las piernas. Una caída que debió haber afectado a sus órganos internos.

¿Cómo se caería Lucy? Los autores aventuran una hipótesis, derivada de la nidificación en los árboles de los chimpancés actuales, concluyendo que se habría precipitado quizá del árbol en el que se refugiaba para dormir. Algo que sería del todo compatible con su locomoción, que le permitía a Lucy trepar con soltura. Pero eso es todo de momento. Lo más probable es que la matase una mala caída; lo que no sabemos es desde dónde.

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