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Crítica de toros

Como las alas al viento

Mágica y emotiva noche de toros la vivida el jueves en el Coliseo Balear en la que Enrique Ponce ofreció un recital de tauromaquia

Enrique Ponce y Alejandro Talavante salen a hombros por la puerta grande del Coliseo Balear.

Corrida de máxima expectación la del pasado jueves en Palma. A la presentación de Ponce como matador en el Coliseo se sumaba la presencia de dos figurones del toreo como son Manzanares y Talavante.

Cartelazo. Excelente entrada, más de tres cuartos. Público expectante. La infanta Elena y sus vástagos en una barrera del tendido 7. Todo a puntito de caramelo.

Pero, falló el eje principal. La materia prima. El sustento de la Fiesta. Con tantísimo torero, faltó toro. No tanto en el juego que desarrollaron durante la lidia pero sí en cuanto a presentación y resistencia.

Se corrieron tres reses de Núñez del Cuvillo y tres de Juan Pedro Domecq. Injustamente mal presentados.

Cortos, cortísimos de trapío. Pobres, pobrísimos de cara. Justos, justísimos de fuerza. Una verdadera lástima.

Con semejante calibre artístico sobre el papel y dada la condición de segunda categoría que ostenta el coso palmesano, era preceptivo haber elevado en todos los sentidos el nivel del encierro a lidiar.

Pero el sistema está como está y esto es lo que hay. Resignación.

A pesar de todo esto y más, noche de toros mágica la del jueves en Palma.

­´Como las alas al viento yo le elevo a Dios mi corazón...´

Así reza el inicio de uno de los ya míticos temas de la gran Rocío Jurado. Un cantar de ´La más grande´ en forma de desgarrado grito a modo de esperanza ante la lucha frente a los avatares propios de la vida y que, tras el paso de los años sería considerado como una premonición en consecuencia al fatal desenlace que la elevaría hasta la gloria de la eternidad.

Un perfecto título para desgranar golpe a golpe, verso a verso, lo acontecido en esta corrida.

­Talavante. Como las alas al viento elevó hasta el mástil de la bandera del Coliseo un despliegue absoluto de casi toda su tauromaquia. El estandarte parecía permanecer inmóvil a causa del impávido torero extremeño durante la lidia al tercero y sexto de la velada.

Dos similares faenas en las que hubo, además de un valor a raudales, variedad, buen gusto y una entrega total. Listo anduvo en dejar sin picar a su primero al que recibió de rodillas en la boca de riego en el tercio final. Esa fue la clave. Pinchazo y estocada contraria precedieron a la oreja que paseó. De no haber marrado con los aceros, quizás el premio hubiese sido mayor. Al sexto lo pasaportó de estocada casi entera tras una labor en la que predominó el toreo de cercanías a consecuencia de la falta de fuelle del astado. Oreja.

­Manzanares. Como las alas al viento se esfumó, sorprendentemente, la inspiración del alicantino. Cierto es que careció de material para el lucimiento pero no menos cierto es que se le percibió con cierta desgana y apatía. Injusto fue el excesivo castigo en varas al quinto que demostró sus escasas fuerzas ya en el recibo capotero.

Lo mejor de su actuación, destellos en su toreo de capa. Despachó feamente a su lote. Silencio y saludos desde el tercio fue el balance de su actuación.

­Ponce. Como las alas al viento elevó el maestro de Chiva hasta los altares toda su maestría. Lo suyo no tiene parangón.

Solemne. Ceremonioso. Grado mayor de torería el desparramado por el valenciano sobre la arena del ruedo palmesano.

Al que abrió plaza lo recibió abriendo el compás. Ajustado quite por chicuelinas tras el primer tercio. Torerísimos doblones para iniciar su labor muleteril. Acertadísimo al darle al toro el tiempo necesario entre serie y serie para no ahogarlo en sus embestidas. Tras un pinchazo cobró una estocada contraria. Oreja de bienvenida.

Lo suyo en el cuarto debe ser catalogado como lección magistral. Faena elaborada en dos partes. La primera sin llegar a ajustarse del todo en las primeras series debido, quizás, a las protestas del astado algo rebrincón. Condición que Ponce finalmente, como no podía ser de otra manera, acabó corrigiendo.

Inteligentemente hizo parar la música para así captar la atención de todo el respetable y enjaretar, ya en la segunda parte de la faena, seis tandas por ambos pitones en una labor que fue in crescendo . Acariciando el toreo hasta llegar a las dos ´poncinas´ que antecedieron la suerte suprema. Lección de tauromaquia. Sin más.

Tras la estocada llegaría el éxtasis. Como las alas al viento emprendieron vuelo los dos pañuelos del Presidente de la corrida, Fernando Corchero, para conceder el merecido doble trofeo. El del público y el suyo. Esta vez sí. No había lugar a dudas.

Corchero ha dejado constancia en sus dos comparecencias esta temporada que es Palma una plaza que puede y deber ser reconocida y justamente tratada y valorada, incluso, por aquellos que sospechen ser dignos e ilustres aficionados.

Al final del espectáculo emprenderían su salida a hombros en forma de vuelo Ponce y Talavante dirección carrer Arquitecto Bennássar. Custodiados por una afición que como las alas al viento elevaban a los cielos gritos de libertad, libertad.

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