El regatista Pierre Casiraghi tenía tres años cuando su padre, Stefano Casiraghi, competía en aguas de Puerto Portals a una velocidad que lo mataría seis meses después. El esposo de Carolina de Mónaco estaba acompañado en Mallorca por una mujer rubia pero escandalosamente bella, acomodada en su regazo. El amor no entiende de traición, pero la escena ultrajó a quienes nos habíamos conjurado desde la infancia al grito de "Carolina y nadie más". Stefano Casiraghi se hacía olvidar fácilmente pero me preocupa, todavía, aquella mujer rubia.
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