De qué sirve haberse pateado medio mundo si no podemos jactarnos de ello
Nos pasamos todo el año soportando estoicamente las engorrosas fotos de mascotas, comilonas y juergas de nuestros colegas en las redes y cuando llega nuestro momento de gloria ¿no vamos a poder resarcirnos de nuestro aguante 2.0? Además, de qué sirve haber viajado por medio planeta si no podemos vanagloriarnos de nuestros periplos. Yo no me paso catorce horas en un avión para descubrir las maravillas del mundo si no puedo vacilar de ello. El placer de viajar no está completo si no hay envidia cochina de por medio.
Las caras sonrientes junto a monumentos y playas están mejor en el álbum familiar
Si no era suficiente con obligarnos a ver vídeos de bodas, cumpleaños y demás actos sociales ahora también debemos soportar imágenes de rostros con amplias sonrisas mostrando playas y monumentos de todo el mundo con un solo clic. Parece que crece la tiranía de la imposición de compartir cada uno de nuestros actos con el resto de la humanidad. Primero algunos internautas mostraron hasta el plato que pedían en un restaurante y ahora pretenden vendernos una simple jornada playera. Mejor guardamos los recuerdos en el álbum familiar.
