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En la habitación de Julio Iglesias

Mariscadas y champán para un adicto a la vida

Julio Iglesias pasó los descansos de una gira por Europa en el hotel Valparaiso, donde no escatimó en gastos para contentar a su estómago y se prodigó en sonrisas y propinas para las camareras

Julio Iglesias, durante su estancia veraniega en el Hotel Valparaiso.

Fue en las pausas de una de sus giras por Europa que fuentes del establecimiento, hoy en manos del grupo chino GPRO -Grupotel se lo vendió hace dos años, por 48 millones de euros-, sitúan en el verano de 1976, cuando La vida sigue igual había triunfado ya en el Festival Internacional de la Canción de Benidom y Gwendolyne se había extendido como un reguero de pólvora por el Viejo Continente. El mismo año en que batió en el Madison Square Garden de Nueva York el récord al artista que más rápido colgó el cartel de 'no hay entradas', Julio José Iglesias de la Cueva pasó unos días de asueto en el por entonces recién inaugurado hotel mallorquín.

Llegó en compañía de su manager y de miembros de su equipo, y se alojó en la habitación 512. Aunque quienes le atendieron entonces se han jubilado ya, en el hotel aún se recuerda cómo el artista, por entonces casado con Isabel Preysler, se prodigó en sonrisas con las empleadas del bar y del restaurante y con las camareras de piso, no en vano le persigue la fama de haber conquistado a más de tres mil mujeres. Él nunca lo ha confirmado, y aunque se ha definido como un "enamoradizo sin suerte", se diría también "un campeón para eso" ante las insinuaciones sobre que, en la vida amorosa, su hijo Enrique seguía sus pasos.

Su presencia en la isla no pasó desapercibida para la prensa de entonces, a la que atendió en las zonas comunes del hotel, con su piel morena contrastando su atuendo, en blanco verano de arriba abajo.

De trato amable y cercano, el músico de los récords, sin otras "adicciones distintas a las de cantar y vivir", pidió en varias ocasiones desayunar en su habitación, con un aspecto muy distinto al que presenta ahora. Un folleto de la época muestra como, durante su visita, las paredes estaban cubiertas de papel pintado, el suelo, enmoquetado en colores rojizos y los muebles, elegidos en tonos oscuros, con un voluminoso televisor presidiendo el escritorio. Hoy en la estancia, recién remozada, dominan el blanco, los muebles en tonos claros, el suelo de gres y los sistemas de control domótico, y el televisor está integrado en el techo, sobre la cama, con acceso a internet.

Autor de temas como Hey! e intérprete de otros como De niña a mujer, fue generoso con las propinas y tampoco escatimó en gastos a la hora de contentar el estómago. Siempre hambriento, pedía comida a deshora y fueron muchas las mariscadas que se le sirvieron a su cargo, todas ellas regadas con champán. "Me gustan las mujeres, me gusta el vino", proclama, con bastante de autobiográfico, en sus conciertos, algunos de los cuales brindaría a Mallorca.

Memorable fue el de agosto de 1983 en el Auditorium, cuando paró su actuación para "dedicar un piropo" al rey Juan Carlos, presente entre el público. "En toda mi vida no he conocido un tío más simpático", le dijo, con ovación de unos espectadores entregados. Veinticinco años después, en 2008, se vería obligado a cancelar otro concierto en el mismo enclave: apenas unas decenas de seguidores estuvieron dispuestos a pagar entre 500 y 750 euros por escucharle en directo.

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